Capítulo 18

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Erick

__ No hay asuntos entre los dos, hasta donde tengo conocimiento - comenta Santa cuando atravesamos la puerta de la sala de arte - ¿O hay trabajo que nos implique del cual no sabía? Si es así, podemos esperar a que amanezca para hacerlo.

__ Sabes porqué estás aquí - declaro cerrando la puerta atrás de nosotros - No te hagas la bromista, y mucho menos la tonta con temor que metes cuando te sientes acorralada.

__ ¿Acorralada por quien? ¿Por tí? ¿En serio, piensas algo así? Que imbécil - evade la descarada - No todos estamos pendientes del otro ¿sabías? Algunos si tenemos vida propia.

__ Pues tú no, al parecer. Te la pasas metiéndote en la mía cada vez que se te antoja - paso de largo - Y aún quieres que lo deje suceder sin más.

__ ¿Porqué no te alejas, entonces?

También me pregunto lo mismo.

Evito responder porque no tengo la respuesta a esa incógnita y dar algo sin argumentos es de idiotas, aunque lo es más quedarse callado por los motivos que yo en este instante.

Estoy perdiendo mi dignidad con esto. Lo tengo claro.

__ Si me trajiste aquí para estar en silencio, mirándome como asesino con objetivo en frente, mejor me retiro. No es mi sueño eso - manifiesta dándose la vuelta dejando ver esa figura curvilínea que me tiene con la boca seca, pese a estar tomando todo lo que se me pone enfrente desde que bajamos de la presentación.

__ ¿Tanto te urge tu cita? - inquiero dejándome al descubierto

__ Es que me pareció un tipo interesante - su falsa inocencia pone al borde mi calma - Ya que escuchaste lo de la cita puede ser que  también su humor característico, es muy divertido ¿no crees?

Algo hierve dentro de mis venas, extiendo y encojo los dedos deseando amortiguar el deseo de ir a romper la cara de cierto consultorcito de mierda. Tengo claro que debo confiar en la calma que profeso, de algún modo debe servir engañarme que mi mismo con eso.

__ Bueno, te dejo con tu hermoso silencio, afuera hay una fiesta de la que pretendo disfrutar y unas salas que me gustaría conocer - da media vuelta moviendo el culo más de lo habitual. Tremendas ganas de romperlo a punta de..

__ Te sugiero quedarte en tu puesto - espabilo - Es mejor que no te muevas a que vaya por tí, y esta vez lo haga sin una pizca de amabilidad.

__ ¿Es una amenaza? - me mira por encima del hombro con una risa pícara - Porque si es así, te recuerdo que no tienes derecho a...

__ En silencio - añado.

__ ¡No me silencies! - refuta.

__ No te estoy silenciando, lo estoy pidiendo amablemente - afirmo escuchando el bullicio que hay afuera, es donde debería de estar no en un lugar junto a la persona que descontrola mis actos.

Carajo, no soy de encerrar a nadie pero quiero hacerlo con ella.

Miro el reloj una vez más, diez minutos de tenerla en este lugar. Un nerviosismo estupido toma el lugar que siempre ha resguardado mi paz, sin embargo; ahora hay un caos en mi cabeza que no me deja pensar con claridad.

__ ¿Que estamos esperando o de que nos escondemos? - vuelve a hablar.

__ Buscamos tus ganas de quedarte callada - exclamo sacando el reloj que dejo sobre la mesa que hay a un lado. Cargo una silla hasta dejarla atrás de esta, observando la aguja que se mueve dentro del cristal.

__ Las dejé afuera, iré por ellas - suelta sarcástica. Me siento con la cabeza firme viendo detenidamente lo que quiero, pasa saliva sacudiendo su cabeza a modo de salida - Déjate de tonterías. No estoy para bromas, señor silencio.

Invictos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora