Capítulo 39

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Santa

__ No sé que esperas lograr con esto, pero no servirá de mucho. - le digo al hombre que conduce. - Suéltalo. El abuelo no tiene porqué pagar por algo que es conmigo.

__ Lo quisiste así. - me dice sin dejar de ver al frente - Te dije que ibas a pagarme todos los desprecios y nunca dejo mis promesas sin cumplir.

__ Se darán cuenta que algo pasa. Mi mamá llegará a casa y verá que no está. - estoy muerta de miedo de que algo le ocurra - Esto solo retrasa que alguien avisé a las autoridades. Nada más.

Frena en seco. Estando mi abuelo en peligro no meto las manos cuando me toma del cuello, presiona mi garganta con rabia en lo que me ve como nunca creí que lo haría. Sus uñas se entierran en mi carne, si eso asegura que no dañe a mi abuelo puede matarme, no me importa.

__ Te quise bastante. Te quiero aún pero cada vez que me acercaba a tí no hacías más que hacer que busque otras soluciones - le brillan los ojos en lo que el aire comienza a faltar. - ¡Eres una estúpida!

Me suelta al fin. Toso con el pecho ardiendo, las manos sudando y la sien pulsando

Tiró mi celular pasando la llanta sobre este y no tengo como avisar a nadie que busquen a mi abuelo.

__ Suéltalo. Me tienes a mí. - pone en marcha el auto de nuevo. Me duele el sitio donde puso sus manos, sin poder hacer nada más que masajear. - ¡Santiago, por Dios! No voy a escapar, lo juro.

__ No te creo. Lo prometes mientras tengo mi seguro que no te irás corriendo a los brazos de ese imbécil - me grita. - ¡Perdí todo por tí! Por tu culpa me quedé sin nada.

Acaricio mi cuello aún con el ardor de haber sido estrangulada.

__ Échame la culpa a mí. Mi abuelo no tiene nada que ver. - insisto cuando llegamos a la pista donde lo están esperando. Enmedio de la oscura noche subimos a un avión donde me encuentro con un sitio vacío. Me indica que no debo mostrar resistencia y hago caso.

En cuanto despega ordena que guarde silencio y ahora no me conviene cabrearlo. Es impulsivo y dañaría a mi abuelo.

En cuando abordamos el auto todo regresa.

__ Te lo suplico. - me pone el seguro ordenando que me calle. - Santiago, no hagas esto. Por favor, te lo pido.

Mis lágrimas están por salir. No estoy aguantando el miedo de sentirme inútil, ese temor de no darle lo que sea que quiera para soltarlo.

Hace unas horas estaba disfrutando el día con Erick, riendo y enamorándome más del hombre que tuve que escapar en cuanto no fue el abuelo quien me contestó el teléfono que le compré para poder llamarlo cuando se necesitara.

Nunca me esperé que mientras pasaba la tarde con el hombre que amo, estarían dañando al ser más bueno del mundo por mi culpa.

Le dije a Taylor que lo vigilará, y por mucho que no fuera su responsabilidad ahora me siento molesta con todos.

¡Por Dios! Ellos no tienen la culpa pero la impotencia me rebasa.

Es mi culpa. No debí dejarlo solo. Tenía que cuidarlo pero por irme a cumplir una tontería ahora está en riesgo la persona que más adoro en el mundo.

Los ojos pican y la nariz arde de solo pensar que lo tiene encerrado.

__ Quita esa cara. Llegamos - me dice y me quito el cinturón a toda prisa cuando veo el departamento que se supone sería nuestro primer hogar luego de casarnos. - Despacio.

Saca un arma que me hela la sangre. Muestro las manos en señal que voy a obedecer pero no deja de apuntarme. Camino a empujones, no deja que me adelante aún cuando quiero correr a revisar que no lo haya golpeado. Debo controlar mis miedos, esto no es por mí para este punto, si no del hombre que me cuidó desde que tengo uso de razón.

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