Capítulo 2

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Santa

Respiro hondo aguantando las lágrimas que ya no deben salir, no puedo salir de la oficina si sigo llorando pero el tener cada prueba me reitera que la traición me dio un golpe que me va a tirar al piso si no pongo freno.

Me duele el pecho y cada músculo en tanto no soporto el contacto de Lila que intenta acercarse, siento náuseas al ver las evidencias, tengo una molestia gigante en el abdomen y cuando intento levantarme, las piernas me tambalean. No puedo ni sostener mi propio cuerpo sintiendo que todo se vino abajo.

Todo lo que creía no es verdad. Todo es una vil mentira.

Las lágrimas se me salen solas, me cubro la cara con ambas manos queriendo teletransportarme hasta el otro lado del mundo en donde nadie sepa quien soy.

¿Como pudo hacerme esto? ¿Como pudieron?

Por más preguntas que tenga nadie puede responderlas y por más dolor que tengo la rabia es más.

Inhalo lo más fuerte que puedo sosteniendo el sollozo que agrieta mi garganta al exhalar, devastada llorando como una tonta. Pago con creces la confianza excesiva a quienes no lo merecen. Mi cuento perfecto tuvo una falla que lo convirtió en una pesadilla que me está golpeando una y otra vez.

Lila se pone de cuclillas frente a mi con esa mirada comprensiva que me ha dado desde que la conozco con una caja de pañuelos que pone en el suelo.

__ ¿Puedo? - toma un pañuelo que levanta en mi dirección con intenciones de secar mi rostro y no digo ni hago nada. Tampoco la alejo cuando con suavidad limpia todo rastro de lágrimas en mis mejillas - No te digo que no llores, porque no puedes guardar eso en tu pecho. Tienes un corazón de oro y no merecen que te vean destruida pero tampoco mereces esconder lo que sientes

No digo nada dejando que las lágrimas sigan siendo los que sequen mi alma

__ Eres hermosa, inteligente, una guerrera que ha sabido escalar aún con muchas cosas en contra - sigue pasando sus dedos para secar mi cara - Tu bondad es única y tu sonrisa no tiene porqué apagarse por un hecho que no es tu culpa - da justo en el clavo - La mente trabaja muy rápido y puede que traiga a ti cosas con las que te sentirás culpable pero no lo eres ¿entiendes? - sus manos acunan mi rostro con demanda pero suavidad al mismo tiempo - Tú eres la menos culpable de esto.

__ No quiero ser una víctima tampoco - sollozo dolorosamente

__ No lo seas. Tú decides como quieres que te vean pero ten claro que me tendrás apoyándote en lo que sea ¿esta bien?

Tomo un pañuelo limpiando mi nariz, todo me da vueltas al ponerme de pies, cada centímetro de piel arde y quizá la quemadura no se quitará en ningún momento mientras no los enfrente

Solo que ahora no puedo, no puedo ni siquiera pensar claramente, todos mis pensamientos se mezclan quedando en nada al final. Cada fibra parece tensarse hasta romperse o se hacen nudos que solo me destruyen más.

__ ¿Hace cuanto? - pregunto por primera vez

__ No lo sé - susurra

__ ¿Como lo supiste?

__ Los vi en la oficina del jefe hace unas semanas cuando tuve que regresar por unas carpetas que olvidé - relata - El día que faltaste por acompañar a tu abuelo a su cita médica e ir a pruebas de...

__ Por eso no me acompañó - deduzco - Ya tenían una cita

Me trago lo que causa eso dentro de mi pecho. El recuerdo de la videollamada viene a mi, la figura del hombre que la puso nerviosa cuando pregunté.

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