Capítulo 31

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Santa

__ Sea quien sea ¡Estas no son horas de llamar! - mi voz sale en un grito abrumado.

Despertar a las cuatro de la mañana no era mi plan de hoy. En realidad no tengo ninguno, pero tampoco considere siquiera que fuera abrir los ojos de madrugada.

__ Que gruñona, diabla. - se burla el causante de mi mal humor mañanero. - ¿No te gusta despertar con una llamada del hombre por el cual babeas?

__ Yo no babeo por nadie. - me defiendo.

__ Claro que no. Solo debes empezar a usar un babero cada vez que me miras.

__ Si es para burlarte...

__ ¡Qué genio! - masculla - ¿Puedes salir?

__ No, tengo frío. - levanto la cara de la almohada de golpe - ¿Salir? ¿Estás afuera?

Me tiro de la cama asomandome por la ventana que da a la calle frente del condominio, encontrando al sujeto de pie, recostado en su auto como un asesino a sueldo que espera por su víctima.

__ ¡¿Qué estás... - me callo al recordar que puedo despertar al abuelo o a mi mamá - ¿Qué estás haciendo a esta hora aquí? - termino susurrando.

__ ¿Puedes salir o no? - evade mi pregunta - Se hará tarde.

__ ¿Tarde para que? Déjame dormir, hoy ese era mi plan, y me lo estás arruinando - acusó molesta. Hasta para citas de enamorados debe haber un horario porque eso de necesitar a alguien a las tres, cuatro de la mañana no es de Dios. Cómo tampoco perturbar el sueño reparador de una fiel creyente del descanso necesario de ocho horas diarias.

__ En verdad eres complicada, Santa. Ven aquí, prometo que será algo que amarás.

__ Más que dormir lo dudo - concluyo. - Erick, sé qué hemos cruzado límites un tanto extremos pero yo no te di permiso de venir a quitarme minutos de un delicioso, adorable y hermoso sueño. - termino con los ojos cerrados.

__ ¿Sales o voy por tí? - amenaza el infeliz. Alguien está por probar mis conocimientos sobre cómo matar a otro causando mucho dolor de los que he obtenido de tanta charla con Lila.

__ Atrévete. - desafío con una sonrisa gigante, pero tal se borra cuando este baja los hombros viniendo al edificio, alertando de su próximo movimiento. - ¡Espera! Carajo, como te gusta echar a perder mi buen ánimo, Ambrosetti. Te juro que cuando tenga la menor oportunidad serás una de las víctimas de mi mal humor.

__ Lindas palabras. Ahora ven aquí. - ignora mi advertencia. - Ah, ponte zapatos y trae un abrigo, se me olvidó traer uno.

__ No soy tu sirvienta, tonto. - busco mis pantuflas.

__ No, eso es para lo último que te quiero. - culmina con voz neutra antes de cortar la llamada.

__ Hijo de... Una buena mujer no pudo dar a luz a un ser tan poco... - dejo mis oraciones a medio camino - ¡Ash! ¡Lo detesto! Ojalá se le atore la cremallera en su...

Abro los ojos al darme cuenta de mi deseo negando con la cabeza y dando el regaño a mi misma.

__ No escuches ese deseo. - digo mirando hacia arriba - Sabes que no lo dije en serio. Solo son enojos, pero no era nada que en verdad quiera.

Agarro una gabardina, es la más grande, posiblemente el que mejor le quede al sujeto que me espera afuera.

Una llamada más me hace recordar al sujeto.

__ Ya voy. Cálmate, estoy por salir. - le intento colgar la llamada. - Ah, te odio.

__ Ni tú te lo crees. - se ríe y termino con la comunicación siguiendo la risa que me gana aún cuando se supone debo estar enojada con ese idiota.

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