Capítulo 34

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La rubia se dejó llevar por la fabulosa sensación de haber complacido a Lena, recordaba cada imagen de ella, de sus mejillas sonrojadas, de aquel brillo en su frente por el sudor, su firme agarre en su nuca, en sus brazos, en sus hombros, esos gemidos que oyó cerca de su oído, sintiendo su cálido aliento sobre su piel o sus labios. Sonrió al recordar que le dijo que cogía demasiado bien, que le gustaba sus movimientos. Pero iba a mentir si dijera que solo recordó las sesiones de sexo. Las imágenes de Lena riéndose ocupaba también su mente acompañados de suspiros y un cálido sentir en su cuerpo, recordó la manera en que le contaba sus pasatiempos favoritos, la imágen de ella cocinando, la manera en que conectaba sus ojos verdes con los suyos. Tampoco iba a olvidar lo preocupada que estaba por ella cuando la recibió, la manera que la asistió sin preguntar. La ojiverde pudo haberle dicho que se fuera o que pensara que le había pegado a su esposa cuando le hizo saber que se trataba de ella, pero eso no pasó, sino que la curó, no sacó conclusiones apresuradas. Y cuando Lena fue atenta con ella con respecto a la comida la hizo sentir importante, tuvo la sensación que la ojiverde la complació por querer hacerlo no porque se sintió obligada y eso ocasionó algo en la rubia que trataba de decirse así misma que fue un sentimiento de sorpresa y felicidad, que no podía ser otra cosa.

Se detuvo en el semáforo en rojo y soltó un suspiro involuntario. Su corazón estaba latiendo fuertemente a causa de los recuerdos que estaban pasando por su mente. Tenía ganas de verla de nuevo, entonces una mala sensación recorrió en su cuerpo al recordar que no se despidió, pero trató de calmarse además Lena quizás lo comprendía. Miró su reloj y llegaría cinco o díez minutos antes de lo habitual, así que tendría el tiempo suficiente incluso para desayunar sin prisa.

Si antes era difícil de aguantar mirar a Lena con otros ojos en el trabajo ahora sería una tarea muy complicada, tendría que evitar mirarla o tenerla cerca, ahora más que nunca se le notaría las ganas que le tiene y ver sus labios, su cuerpo la llevaría a perderse en recuerdos que no debía recordar en el trabajo. Le sería una tortura estar cerca de ella y no poder besarla, no poder tocarla. Y lo peor es que tampoco tenían que interactuar más de lo debido y mucho menos hablar a solas independientemente en la oficina o en otro lugar, la idea es que nadie sospeche nada.

Al final las cosas se estaban dando diferente a lo que imaginaba. Pensó que quizás estando una vez con Lena iba sacarse esa obsesión, ganas o deseos, cualquier cosa que era sinónimo a lo que estaba sintiendo por la ojiverde sin embargo, ocurrió lo contrario.

La ojiverde llegó algo molesta a la estación, y había fulminado con la mirada la moto de la rubia estacionado nuevamente en frente de su auto. No sabía si era justificable su enojo, era conciente de lo que son amantes pero eso no significaba que no se despidiera.

Idiota, eso eres  Zor-El. Aparentas una mujer atenta y educada, pero te vas sin despedirte después de que te atendí de la mejor manera en mi casa, sé que solo somos amantes pero eso no significa que me trates como una pu... Te odio. Fueron las palabras que usó mientras recogía sus cosas antes de bajar de su auto.

Saludó a los bomberos del otro grupo y entró a su oficina a ubicar sus cosas.

-Ya no le ayudaré con las apuestas, le haré trabajar el doble, no me importa si se lastima nuevamente sus manos. Es una tonta, ahora por su culpa me duele un poco el vientre. Quizás eso le perdone pero los demás no.- Decía enojada tratando de sacar toda la rabia que había estado conteniendo desde que salió de su casa.

Una vez que terminó de ubicar sus cosas, se dirigió a la cocina para prepararse su desayuno pero fue sorprendida por una rubia con una radiante sonrisa sirviendo café y abrió sus ojos como platos al ver que estaba usando su taza.

-¿Qué crees que haces Zor-El? Esa es mi taza...- Dijo entrando enojada y pensaba en sacarle su taza.

-Lo sé.- Sonrió nuevamente.- Llegaste justo a tiempo para desayunar, es para ti. Dos tostadas de pan y fui a comprar para tu mermelada de fresa porque parece que alguien acabó con ella, no te traje tu libro porque no quería entrar sin permiso a tu oficina pero ya veo que ya lo tienes.

Entre Llamas 1ª ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora