El día comenzó con risas y globos de colores. Emily cumplía tres años, y todos estaban emocionados de celebrar a la pequeña que había traído tanta felicidad a nuestras vidas. La casa estaba decorada con tonos pastel, y un enorme pastel de chocolate, el favorito de Emily, estaba en el centro de la mesa. Johnny, con su típica energía, ayudaba a colocar las sillas mientras Carmen vigilaba a la cumpleañera, quien no paraba de correr por la sala.
—¡Papá! Ese globo va en la esquina, no en medio del arco, —le dije entre risas mientras terminaba de colocar los últimos detalles.
—Relájate, todo está quedando perfecto, —respondió, haciendo un gesto exagerado de satisfacción.
Robby y Miguel estaban afuera jugando con Emily, ayudándola a abrir sus regalos. Verlos juntos siempre me llenaba de alegría. Aunque los caminos de nuestra familia no habían sido tradicionales, habíamos encontrado una forma de estar unidos.
Cuando llegó la hora del pastel, Emily sopló las velas mientras todos cantábamos "Feliz cumpleaños" con entusiasmo. La pequeña se veía radiante, con su cabello recogido y un vestido amarillo que Carmen había elegido especialmente para ella. Después, mientras los niños jugaban, los adultos nos sentamos a conversar y disfrutar de la tarde.
—Tres años ya, —dijo Carmen, suspirando mientras miraba a su hija—. Parece que fue ayer cuando la trajimos a casa.
Johnny asintió, pero luego, con una sonrisa, añadió:
—Y ahora es la jefa de la casa.
Todos reímos, disfrutando de la calidez del momento. Pero sabíamos que el día no terminaba ahí; más tarde, íbamos a la ceremonia de graduación de Miguel, un evento que marcaría un nuevo capítulo para nuestra familia.
La ceremonia se llevó a cabo en el auditorio principal de la universidad. Era un evento formal, con filas de graduados vestidos con togas y birretes negros. Las luces brillaban sobre el escenario, y el ambiente estaba cargado de emoción. Rosa, Carmen, Johnny, Robby, Emily y yo ocupábamos una fila entera, esperando ansiosos a que Miguel recibiera su diploma.
Cuando su nombre fue llamado, todo el auditorio estalló en aplausos, pero los nuestros fueron los más fuertes.
—¡Ese es mi niño! —gritó Rosa levantándose de su asiento.
Miguel subió al escenario con una sonrisa que reflejaba orgullo y satisfacción. Cuando recibió su diploma, levantó la mirada hacia nosotros y nos dedicó un gesto de agradecimiento. Fue un momento lleno de significado, no solo para él, sino para todos los que habíamos sido parte de su viaje.
Después de la ceremonia, nos reunimos afuera para tomar fotos. Emily corrió hacia Miguel y le entregó un dibujo que había hecho para él, con la ayuda de Carmen.
—¡Mira, es tú! —dijo emocionada, señalando un monigote de cabello rizado.
Miguel se agachó para abrazarla.
—Es el mejor regalo que he recibido, —dijo, sonriendo.
Más tarde, nos dirigimos a casa para una cena especial. Carmen había preparado una comida deliciosa, y todos nos sentamos alrededor de la mesa para brindar por Miguel. Johnny tomó la palabra, como siempre.
—Quiero decir algo, —comenzó, levantando su copa—. Hoy celebramos no solo el logro de Miguel, sino también el hecho de que somos una familia. Y aunque hemos tenido nuestros altibajos, aquí estamos, juntos.
Hizo una pausa, mirando a Miguel y luego a mí.
—Miguel, estoy orgulloso de ti. No solo por lo que lograste en la universidad, sino por el hombre que eres. Y a ti, hija, quiero agradecerte. Has sido el corazón de esta familia.
Las palabras de Johnny me emocionaron más de lo que esperaba. Miré a Miguel, quien sonreía, claramente conmovido también.
—Gracias, papá, —respondí, tomando su mano brevemente antes de continuar con la cena.
Al terminar me quedé en la sala admirando a mi hermano jugar con la pequeña niña.
—He estado pensando, —dijo Robby, mientras Emily jugaba con sus juguetes—. Creo que deberíamos enfocarnos en el dojo por tiempo completo. Podríamos hacer algo realmente grande.
Johnny, que estaba escuchando desde la cocina, se acercó con aprobación.
—Cobra Kai siempre será un lugar especial, pero ahora es nuestro turno de llevar al siguiente nivel.
Miré a Miguel, quien se acerco sonriendo y me dio un apretón de manos.
—Creo que es una gran idea, —dije, sintiendo una nueva ola de entusiasmo por lo que estaba por venir.
Cuando todos comenzaron a despedirse, Miguel se acercó a mí.
—¿Quieres dar un paseo? —preguntó, señalando hacia el jardín trasero.
Asentí, intrigada. Caminamos en silencio por un rato, disfrutando de la brisa nocturna y la tranquilidad del momento. Miguel parecía nervioso, como si tuviera algo importante que decir.
—¿Todo bien? —pregunté, deteniéndome para mirarlo.
Él asintió, pero luego sacó una pequeña caja de su bolsillo. Mi corazón dio un vuelco.
—Quiero que sepas algo, —dijo, abriendo la caja para revelar un anillo de plata con un pequeño diamante en el centro—. Esto no es una propuesta de matrimonio, todavía, pero es una promesa.
Me quedé sin palabras, observando cómo la luz de la luna hacía brillar el anillo.
—Es una promesa de que siempre estaré a tu lado, sin importar dónde estemos o lo que pase.
Las lágrimas llenaron mis ojos mientras lo miraba.
—Miguel... es perfecto, —dije, extendiendo mi mano para que él colocara el anillo en mi dedo.
Después de deslizarlo en mi dedo, me abrazó, y por un momento, el mundo desapareció.
—Te amo, —susurró.
—Y yo a ti, —respondí, con una sonrisa que no podía contener.
Cuando regresamos al interior de la casa, todos estaban en la sala, disfrutando de una película. Nadie preguntó dónde habíamos estado, y eso estaba bien. Este momento era nuestro, un recuerdo que guardaríamos para siempre.
Mientras me sentaba junto a Miguel, con Emily dormida en mis brazos, sentí una profunda paz. Habíamos recorrido un largo camino, enfrentando desafíos y celebrando victorias, pero lo más importante era que lo habíamos hecho juntos.
El legado de Cobra Kai continuaría con Robby y yo liderándolo, mientras Miguel perseguía sus sueños profesionales. Pero no importaba cuán lejos o cuán ocupados estuviéramos; siempre encontraríamos el camino de vuelta a casa, el uno hacia el otro.
Y con el anillo en mi mano, sabía que nuestro futuro estaba lleno de promesas que cumplir.