Las hojas de otoño caían suavemente en All Valley, marcando el inicio de una nueva etapa para todos nosotros. Las aplicaciones para las universidades habían comenzado, y no podía estar más emocionada por Miguel.
Desde el primer momento en que lo conocí, supe que tenía grandes sueños y que no se detendría hasta alcanzarlos. Por otro lado, yo me sentía feliz con mi decisión de quedarme un año en casa para cuidar de Emily. La pequeña ya tenía seis meses, y cada día con ella era una nueva aventura.
Sin embargo, mientras las cosas parecían tranquilas y estables, la vida nunca dejaba de sorprenderme. Una tarde, mientras jugaba con Emily en la sala, Robby entró con una sonrisa que solo significaba que algo estaba tramando.
—Tengo una propuesta para ti, —dijo, sentándose a mi lado y mirando a Emily con cariño.
—¿Qué pasa ahora, Robby? —pregunté, riendo.
—Johnny y yo hemos estado hablando, y creemos que sería increíble si te unieras a nosotros para enseñar en el nuevo dojo. No solo serías una instructora, sino también un ejemplo para las chicas jóvenes que están interesadas en las artes marciales.
Me quedé en silencio, sorprendida. La idea era atractiva, pero también me tomaba completamente desprevenida. Había pasado tanto tiempo enfocada en cuidar a Emily que no había pensado en lo que haría después de este año.
—¿Qué dices? —insistió Robby.
—Necesito pensarlo —respondí finalmente, sintiéndome abrumada pero emocionada por la posibilidad.
Esa noche, después de acostar a Emily, me senté con Miguel en la cocina para hablar sobre la invitación de Robby. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Miguel me miró con una sonrisa nerviosa.
—Yo también tengo algo que decirte, —dijo, tomando mi mano.
—¿Qué pasa? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.
—Fui aceptado en la Universidad Estatal de California.
Mi corazón se llenó de alegría por él, pero la siguiente parte de su frase me golpeó como un balde de agua fría.
—Eso significa que tendré que mudarme al campus. Está a unas tres horas de All Valley.
De repente, toda la emoción que había sentido por él se convirtió en una ola de inseguridad. Miguel y yo habíamos pasado por tantas cosas juntos, y ahora, la idea de estar separados me llenaba de miedo.
—Eso es increíble, Miguel. Estoy muy orgullosa de ti, —dije, tratando de sonar más segura de lo que me sentía.
—Pero... —dijo él, sabiendo que había algo más.
—Pero no sé cómo vamos a manejar esto, —admití finalmente.
Miguel se acercó y me abrazó.
—Vamos a encontrar la manera. Lo prometo.
Pasé los siguientes días sintiéndome dividida entre las dos decisiones importantes que tenía que tomar. Por un lado, la invitación de Robby me ofrecía la oportunidad de hacer algo significativo y quedarme cerca de mi familia. Por otro lado, la idea de Miguel yéndose al campus me llenaba de dudas sobre nuestro futuro.
Carmen, como siempre, fue un pilar de apoyo. Una noche, mientras preparábamos la cena juntas, le conté todo lo que estaba pasando.
—Es normal sentir miedo, cariño, —dijo, revolviendo una olla de sopa—. Pero recuerda que tú eres fuerte. Has enfrentado cosas más difíciles que esta, y siempre has salido adelante.
—¿Y si esto es diferente? —pregunté, mirando mis manos—. ¿Y si no funciona?
—El amor verdadero encuentra la manera de sobrevivir, —dijo ella, sonriendo con sabiduría—. Confía en Miguel, y confía en ti misma.
Finalmente, después de muchos días de reflexión, tomé una decisión. La mañana siguiente, mientras Carmen cuidaba a Emily quien jugaba en su cuna, me reuní con Robby en el dojo.
—¿Ya tienes una respuesta para mí? —preguntó, levantando una ceja.
—Sí. Quiero hacerlo, —respondí con una sonrisa.
Robby me abrazó con entusiasmo.
—Sabía que dirías que sí. Vamos a ser un gran equipo.
Sin embargo, todavía quedaba un asunto pendiente. Esa misma noche, me senté con Miguel para hablar sobre su partida.
—He estado pensando mucho sobre esto, —le dije, tomando su mano—. Y quiero que vayas a la universidad. Quiero que persigas tus sueños, incluso si eso significa que estaremos separados por un tiempo.
Miguel me miró, sus ojos llenos de emoción.
—No sé cómo voy a hacerlo sin ti, —dijo en voz baja.
—Lo haremos funcionar, —respondí, recordando las palabras de Carmen—. Porque esto vale la pena.
Nos abrazamos, sabiendo que los próximos meses no serían fáciles, pero también seguros de que nuestro amor era lo suficientemente fuerte para superar cualquier obstáculo.
Con Miguel preparándose para la universidad y yo comenzando mi nueva etapa como instructora en el dojo, nuestras vidas estaban cambiando rápidamente. Pero en medio de todo el caos, había una cosa que permanecía constante: nuestra determinación de apoyarnos mutuamente, sin importar las circunstancias.
Y mientras miraba a Emily dormir esa noche, supe que todo valdría la pena. Después de todo, los nuevos comienzos siempre traen consigo nuevas oportunidades para crecer y encontrar la felicidad.