El reloj marcaba las 10:30 de la noche, y mi teléfono vibraba con la llamada de Miguel. Había estado esperando hablar con él todo el día, ya que últimamente nuestras conversaciones se habían vuelto más cortas debido a su apretada agenda universitaria.
A pesar de ello, trataba de no preocuparme. Sabía lo importante que era para él su educación y quería apoyarlo en todo.
—¡Hola, amor! —dije con entusiasmo al contestar.
—Hola, mi vida, —respondió Miguel, sonando un poco cansado pero con una sonrisa que lograba transmitir incluso a través de la pantalla.
—¿Cómo estuvo tu día? —pregunté, mientras ajustaba la cámara para que pudiera verme mejor.
—Largo, como siempre, —dijo con una pequeña risa—. Pero ahora que estoy hablando contigo, se siente mucho mejor. ¿Y tú?
—Bien, bastante bien. De hecho, he estado planeando algo especial para nuestro aniversario.
Miguel arqueó una ceja, curioso.
—¿Ah, sí? ¿Qué tienes en mente?
—Bueno, estaba pensando que podríamos pasar el día juntos. Iríamos a cenar, tal vez visitar algún lugar especial, algo sencillo pero significativo.
La sonrisa de Miguel se desvaneció un poco, y su expresión se tornó seria.
—Amor... sobre eso, —dijo con un tono de voz que inmediatamente me puso en alerta—. Creo que no voy a poder ir.
Sentí como si un balde de agua fría me cayera encima.
—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté, tratando de mantener mi tono calmado.
—Mis exámenes finales están justo esa semana, y no puedo permitirme perder tiempo. Lo siento muchísimo, en serio.
Intenté tragarme mi decepción y decidí hacer una pequeña broma para aligerar el momento.
—No te preocupes, —dije con una sonrisa forzada—. El próximo año tampoco podrás, ¿verdad?
Miguel frunció el ceño.
—No digas eso, sabes que no es así.
—¿De verdad, Miguel? —respondí, dejando que un poco de mi frustración se filtrara en mis palabras—. A veces siento que siempre tengo que entenderte, pero ¿quién me entiende a mí?
—Eso no es justo, —dijo, su voz elevándose ligeramente—. Estoy haciendo esto por nosotros, para nuestro futuro.
—Y mientras tanto, ¿qué hago yo? ¿Simplemente espero?
La conversación terminó con un incómodo silencio, y ambos colgamos sin despedirnos.
Los días siguientes fueron difíciles. No hablamos ni una sola vez, y cada vez que miraba mi teléfono esperaba un mensaje suyo que nunca llegaba. Intenté concentrarme en mis actividades en el dojo, pero la distancia entre nosotros me estaba afectando más de lo que quería admitir.
Finalmente, el día de nuestro aniversario llegó. Me levanté con el corazón pesado, sabiendo que no sería el día que había imaginado. Me dirigí al dojo para distraerme con los entrenamientos, tratando de no pensar demasiado en lo que podría haber sido.
Mientras ajustaba los uniformes en el vestuario, escuché un alboroto en la entrada. Pensé que era un alumno que había llegado tarde, pero cuando me giré, ahí estaba Miguel, de pie, sosteniendo un ramo de flores y con una sonrisa que parecía iluminar todo el lugar.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, completamente sorprendida.
—Vine a celebrar nuestro aniversario, como debería ser, —dijo, acercándose a mí.
—Pero tus exámenes...
—Pueden esperar, —dijo, interrumpiéndome—. Lo que no puede esperar es arreglar esto contigo.
Mi corazón se derritió al instante, y antes de que pudiera decir algo, Miguel me abrazó.
—Lo siento, amor —susurró—. No quise hacerte sentir que no eres importante para mí. Tú eres lo más importante.
—Yo también lo siento, —respondí, sintiendo cómo las lágrimas llenaban mis ojos—. No debí reaccionar de esa forma. Entiendo lo mucho que estás trabajando por nosotros, y estoy muy orgullosa de ti.
Nos miramos durante un momento antes de que él me diera un suave beso.
—Ahora, —dijo con una sonrisa—. ¿Qué tal si hacemos de este un aniversario inolvidable?
Pasamos el resto del día juntos, comenzando con un entrenamiento ligero en el dojo que terminó en risas y bromas. Luego, Miguel me llevó a un pequeño restaurante que había reservado previamente, donde disfrutamos de una cena tranquila, lejos de todas las preocupaciones.
Al final de la noche, nos encontramos en un parque cercano, bajo un cielo lleno de estrellas.
—¿Sabes? —dije, recostándome en su hombro—. Esto es incluso mejor de lo que había planeado.
—Porque estamos juntos, —respondió Miguel, besando mi frente—. Y eso es lo único que importa.
Mientras nos abrazábamos, supe que, a pesar de los desafíos, nuestro amor era lo suficientemente fuerte para superar cualquier obstáculo. Y en ese momento, bajo las estrellas, todo estaba en su lugar.