Capitulo 37

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Envolví mis brazos a su alrededor y la jalé hacia mí. Ella se detuvo a unos centímetros de mis labios.

-Pero antes; una pregunta-Susurró a un par de centímetros de mi boca.

-¿Cuál?

-¿Asistirás a la fiesta de fin de año?-Preguntó visiblemente apenada.

Suspiré y ella se alejó de mí.

-No me agrada mucho. Me parece que todo el tema de la fiesta y las parejas es estúpido.

Ella asintió con la decepción pintada en sus ojos y solo puso su mirada en otra dirección.

Puse un mechón de cabello tras su oreja y acaricié su mejilla.

-¿Tú quieres ir?

Se encogió de hombros.

-Siempre quise asistir-Me miró-Pero ya no importa-Me dio una débil sonrisa.

Puse mi mano en su nuca y la jalé hacia mí.

-Lo siento, no se me da eso de bailar.

-No te preocupes-Agarró el cuello de mi camisa y me acercó para besarla-

El beso comenzó a cobrar más y más intensidad. El ambiente era acalorado y eléctrico. Mis manos viajaron entre la camisa de Rose, por su espalda desnuda, al frente hacia su abdomen y su cintura y cadera. Ella mordió mi labio antes de desabrochar el primer botón de mi camisa de franela, luego el segundo y el tercero. Dejó mis labios y besó mi mandíbula, mi mentón, las comisuras de mis labios y bajó más hacia mi cuello. Succionó un poco la piel bajo mi mandíbula y un jadeo se escapó de mi garganta, sentí su sonrisa contra mi piel. Arqueó su espalda hacia abajo y sus labios recorrieron el resto de mi cuello. Dios, anhelaba a aquella chica.

La hice rodar sobre si misma para que quedara recostada sobre el sofá, de inmediato sacó mi camisa. Enredó sus dedos en mi cabello y me besó con febril fiereza. La necesitaba, necesitaba acariciarla. Casi le arranqué la blusa de algodón que traía puesta. Y ahí la tenía, nuevamente frente a mí, luciendo tan vulnerable y tentativa, como la fruta prohibida.

Escuché el estruendo de algo caer al suelo. De inmediato me separé de Rose. Ambos miramos al pasillo: Max.

Devolví mi camisa a su lugar, al mismo tiempo que Rose y ambos corrimos a su habitación. El dolor arrugaba su rostro mientras ella estaba acurrucada inquietamente con las manos sobre su pecho.

-¿Qué...Qué te ocurre?-Le pregunté. Sentí como la sangre me abandonaba, al igual que el aire.

-Me duele Billy...Me duele mucho-Contestó con voz ahogada.

-Me tumbé en el suelo junto a ella.

-¿Qué te duele Max?

-El pecho...duele...¡Duele mucho!

Miré a Rose que se encontraba en el umbral de la puerta.

-Encenderé el auto.

Sentí como tomó las llaves del mostrador y luego abrió la puerta de la casa. Tomé con cuidado a Max en mis brazos y troté a mi auto, Rose ya se encontraba en el puesto del piloto y tenía abierta la puerta trasera del auto, esperando a que me subiera. Subí junto a Max y Rose condujo a gran velocidad hasta el hospital. Entramos agitados y corriendo a la sala de urgencias, al entrar uno de los doctores nos vio e hizo poner a mi hermana en una camilla. Varias enfermeras la arrastraron hacia quien sabe donde. Yo estaba inquieto, preocupado, el dolor me comía las entrañas ''¿Por qué? ¿Por qué tenía que ocurrir esto?'' Recordé las palabras de la enfermera semanas atrás ''La próxima vez puede que la recaída no tenga piedad'' ¡Maldición! Max no se podía ir, no aún. Era una niña y aún le quedaba mucho por vivir. No podían llevársela ahora, había luchado años y sabía que podría seguir luchando.

당신을 사랑하자 (Billy Hargrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora