18. Un regalo

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Me puse el hermoso vestido que Sam había elegido para mí, nos maquillamos y peinamos. Tenía que reconocer que ambas nos veíamos bellísimas y listas para divertirnos. Algo tenía Irlanda que había conseguido darle cierta paz a mi corazón.

Bajé las escaleras y me llevé una agradable sorpresa, todos los asistentes parecían sacados de la nobleza o algo así, Sam se fue directo a bailar, mientras yo me quedé en una esquina observando a todos los demás bailar.

—¿Te diviertes observando?—Un joven se acercó a mí. Era rubio y sus ojos eran azules como los de Kara, con la diferencia de que él no usaba anteojos. Tenía una sonrisa preciosa, su voz gruesa y acento irlandés me habían llamado la atención.

—Me resulta más interesante que bailar.

—Al fin encuentro a una chica que no le gusta bailar. Pienso que es más divertido conversar con las personas. ¿No piensas lo mismo?

—Estoy de acuerdo, aunque no soy la más conversadora tampoco.

—Me doy cuenta, seguro eres de las personas que ama el silencio y disfruta de actividades como leer o dibujar.

—No sé cómo puedes saber esas cosas de mí.

—Me lo dicen tus ojos. ¿No te han dicho que son muy expresivos?

—Me han dicho que mi mirada parece disparar balas cuando estoy enojada.

—Estoy seguro que así te has de ver, pareces ser una persona con carácter y mucha presencia.

—¿Y qué más te dicen mis ojos?

—Que llevas un gran dolor en el corazón.—La sonrisa se borró de mi rostro. Empezaba a creer que él era muy bueno leyendo expresiones fáciles.

—¿Todo eso lo puedes saber sólo con verme a los ojos?

—Ya lo dicen muchas personas, los ojos deben ser la ventana del alma.

—¿A cuántas chicas has conquistado con esas frases?

—A ninguna, lo prometo. ¿Quieres ser la primera a la que conquiste?

—Ya lo dijiste tú, tengo un gran dolor en mi corazón, lo siento.

—Bueno, pero también tu sonrisa me hace pensar que al menos te parezco alguien divertido.

—Lo eres. ¿Cómo te llamas?

—¿Ves? Ya hasta quieres saber mi nombre.—Me reí, reconocía que era encantador—Me presento ante ti, bella señorita. Ian Connor O’Brien a tu servicio, aunque simplemente puedes llamarme Ian.

—Mucho gusto, Ian. Mi nombre es Lena.

—Es un muy bonito nombre, Lena. Elegante, dulce y con fuerza, así como tú.

—Tal vez sea demasiado rápido para decirlo, pero me agradas, Ian. No creí que fuera capaz de divertirme en un baile.

—Y eso que todavía no me has visto bailar, ahí sí que te vas a morir de la risa. ¿Ves a ese hombre mayor que está ahí bailando, el del traje azul marino?

—Sí. ¿Así bailas?

—No, ya quisiera yo. Él tiene más ritmo que yo, digamos que como bailarín yo soy un gran cantante. Sólo quería que observes como se divierte el señor.

—¿Y qué tal cantas?

—Pues mira, yo seré una vergüenza bailando, pero cantando no lo hago nada mal. Esta voz se ha robado muchos corazones.

—¿En serio?

—Eso dicen por algunas calles de Dublín. ¿Tú cantas?

—Sólo cuando me voy a bañar y no está nadie para escucharme.

El corazón insiste.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora