42. Esperanza

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Pasados unos días, Alex y Sam continuaron con su amistad o lo que sea que ellas tuvieran.

—¿Se te antoja un helado, Alex?

—Sí, el día está muy caluroso hoy.

—Espérame aquí, ya vuelvo. No te vayas a perder otra vez, por favor.

—¿Hasta cuándo vas a seguirme molestando con lo mismo? No pienso irme a ningún lado.

—¿Cuánto años te fuiste?, ¿dieciocho?

—Sí.

—Pues te molestaré por otros dieciocho más, como mínimo.

—Con tal de que me permitas estar a tu lado, tendré que aceptarlo.

—No me importa si lo aceptas o no, es lo que hay, da gracias que no te pido que uses un localizador. Mientras tanto, tendré que correr el riesgo y creer en tu palabra.

—Aquí te voy a esperar, aunque no me lo creas. —Sam se empezó a reír, disfrutaba mucho de molestar a Alex, así como de besarla o hacer cualquier otra cosa con ella. Estaba en la fila para comprar helado cuando ocurrió una pequeña explosión cerca de donde estaba. Algunas personas entraron en pánico y empezaron a correr sin importarles nada, Sam mantuvo la calma y se encontró a una chica como de unos doce años que parecía asustada. Sam la ayudó a levantarse y ambas pudieron alejarse del lugar del incidente.

—¿Estás bien, pequeña?

—Sí, gracias por ayudarme. —Quizá por el miedo que había experimentado o por la dicha de haber sobrevivido, pero la adolescente abrazó a Sam con gran efusión. Alex buscaba de forma desesperada a Sam, hasta que por fin la vio y pudo sentir en paz su alma. Alex se conmovió cuando notó que Sam parecía consolar a una chica.

—¿Cómo están ustedes dos?, ¿necesitan algo? —Sam se alegró de ver a Alex y comprobar que también ella se encontraba bien.

—Nos encontramos a salvo, Alex.

—Es bueno escuchar eso. Parece que no hubo ningún herido y el fuego no pasó a mayores.

—¡Qué bueno! Por cierto, ¿en qué te podemos ayudar, pequeña? Seguro tus padres estarán muy preocupados por ti. —La chica pareció sentirse mal, en lo que Sam y Alex compartieron miradas de preocupación.

—¿Qué sucede? —Intervino Alex.

—La verdad es que yo... Yo no tengo a nadie. Soy huérfana desde que mis padres murieron en un accidente, yo me salvé de milagro...

—Oh, lo lamentamos muchísimo... —Sam se sintió triste por la vida de la chica, nadie debería pasar por algo así y menos siendo tan joven. —¿Podemos saber cómo te llamas?

—Mi nombre es Ruby, pero algunas personas me llaman "Rube".

—¡Qué bonito nombre, Ruby! Yo soy Sam y ella es... Mi amiga Alex. —Alex sabía que Sam solo había dicho la verdad, era amistad lo que ella le había pedido, pero de todas formas dolió. Podía engañar al mundo entero,  pero no a ella misma, amaba a Sam y no quería ser solo su amiga. No era momento de pensar en ellas, así que se concentro en Ruby.

—Mucho gusto, Rube. ¿Dónde vives?

—En una casa hogar. Venía con mi grupo cuando escuchamos ese ruido, yo me quedé en shock, porque las explosiones me traen malos recuerdos y les perdí de vista cuando casi todas las personas empezaron a correr. No sé qué hubiera sido de mi sin Sam.

—Es entendible que no supieras cómo reaccionar, tal vez nosotras podamos ayudarte.

—Se los agradecería mucho. —Sam deseaba hacer algo por Ruby, lo que fuera, se le ocurrió que tal vez pudieran comer juntas.

El corazón insiste.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora