40. Perdón.

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Tenía días sin ver a Kara ni saber de ella, no pensaba que hablaba tan en serio cuando me dijo que me daría tiempo y espacio. Aunque sin duda era lo que necesitaba, tenía que procesar lo de Jack e intentar ordenar mi vida. En estos días estuve asimilando los cambios a los que ahora me enfrentaba y enfocándome más en mí. Regresé a trabajar con entusiasmo a mi laboratorio y hasta empecé una nueva investigación científica.

Cumplí lo que le dije a Lorena y tuve reveladoras sesiones con mi nueva psicóloga. Ella me explicó que en la sociedad resultaba casi un pecado el regresar con una ex pareja, pero que no necesariamente debía verse así, siempre y cuando se reunieran ciertos requisitos. No todas las parejas podían o mejor dicho debían volver, pero si ambas personas habían cambiado y estaban dispuestas a trabajar en ellas, tal vez ahí sí se podía retomar lo que había quedado atrás en el pasado. Como todo en la vida, el estudio del caso era muy particular, pues todo dependía de las circunstancias y del tipo de personas involucradas. Basta decir que cualquier tipo de violencia, bajo ninguna circunstancia, debía romantizarse.

Confieso que empecé a sentirme más tranquila y ligera conmigo, porque durante gran parte de mi vida había cargado con culpas que no me correspondían. Tocar el tema de Kara fue más liberador de lo que había creído y fui capaz de analizar muchas cosas.

Si bien Kara estaba de regreso en mi vida, ella estaba haciendo todo de una forma diferente, había cambiado. Supe que yo también debía hacer mi propio trabajo de sanación. Tenía que estar bien conmigo para ser capaz de hacer feliz a alguien, fuera Kara u otra persona. Todo empezaba y terminaba en mí, así que quería estar bien por y para mí.

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Lorena había salido con Alexa, como casi cada día y la casa se sentía tan silenciosa que era el ambiente perfecto para una buena lectura y de disfrutar de tomar un té acompañado de unas ricas galletas. Todo era tranquilidad, hasta que tocaron el timbre de la casa. De momento, no vi a nadie hasta que bajé mi mirada.

—¿Qué es lo que haces, Kara?—No esperaba ver a Kara de rodillas enfrente de mi puerta y mirándome de una forma que conmovía a mi corazón.

—Necesito pedirte perdón, Lena.

—No, Kara, levántate. —Quise ayudarla a que se pusiera de pie, pero rechazó mi ayuda.

—Espera. Te hice mucho daño y lo que hago ahora es lo que tanto quise hacer cuando éramos jóvenes, así que déjame hacer esto. Perdóname por todo lo que hice y por tardar tanto en tiempo en estar aquí, Lena.

—Nunca pretendí que me pidas perdón de rodillas, Kara, no era necesario...

—Es por las lágrimas que te provoqué y por haber actuado de una forma tan estúpida. Hago solo lo que mi corazón me dicta, Lena, lo único que siempre debí seguir. Hice cosas muy indignas y cuestionables antes, pedirte perdón de esta forma, no es una de ellas.

—Kara. Entiendo lo que dices, pero no  me gusta verte así tampoco. Ven.—La ayudé a ponerse de pie y la invité a entrar a la casa. —¿Cómo se te ocurrió esto?

—En serio quise hacer esto muchas veces cuando tenía diecisiete años, Lena. Me imaginaba que Alex llegaba en cualquier momento a la casa y yo me decía que debía perderte perdón de rodillas hasta que pudieras disculparme.

—Ay, Kara.

—No es lo único que he planeado durante años, Lena.

—¿Hay más?

—La imagen más frecuente con la que te recordaba, es la primera vez que te vi, tú estabas leyendo un libro, así como ahora. Recuerdo que pensé que si algún día escribía algo que no fuera periodístico, tú tendrías que ser la primera persona que me gustaría que me lea. Así que toma, Lena. —Me entregó un libro con una portada en blanco.

El corazón insiste.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora