Ian terminó la limpieza de la casa y dejó todo en orden antes de partir a la casa de Isabella, durante el trayecto pensó y repensó todo lo que le diría, practicó el diálogo en su mente una y otra vez para estar seguro de no flaquear. Sabía que ella contraatacaría y que él debía mantenerse fuerte para no caer en la dinámica de siempre. Ella intentaría ganarle con el enfado, y al no lograrlo, se pondría en el plan de víctima para ganarle por la lástima y la culpa, era lo que hacía siempre, y él terminaba sintiéndose cada vez menos importante, menos valioso, menos él mismo.
Pero la mirada de Paloma infundiéndole valentía se le colaba en el alma y sabía que debía aferrarse a esa sensación para poder soltar de una vez por todas aquella relación tóxica en la que no era feliz.
Cuando llegó, ingresó con su llave y la encontró en la cocina.
—Hola —saludó.
—Hasta que apareces —respondió ella con desapego—. ¿Ya te dio permiso tu primita?
—No necesito su permiso, Isa, solo estaba haciendo la limpieza, como hago todos los sábados.
—¿Y ni siquiera en eso te ayuda? Mira que es una arrimada...
—Isa... ¿podríamos hablar de otra cosa?
—¿Ya le has dicho que tiene que buscar un lugar para quedarse?
—No, y no se lo diré. Te he explicado miles de veces cuál es la relación de Paloma con mi hermana, también te he hablado de lo importante que es Mel en mi vida, ella ha sido todo para mí, no voy a negarle algo que me pide como un favor, no sé por qué no eres capaz de entenderlo. Yo siempre te he apoyado en todos tus temas familiares.
—Pero si un primo se quedara en mi casa, estoy segura de que no te agradaría —zanjó con decisión mientras revolvía algo en una cacerola.
—Confío en ti, no tendría por qué ponerme loco ni enfadarme —añadió—. De todas maneras, Isa, vengo para que hablemos de nosotros.
Ella levantó la vista para mirarlo, pero no dijo nada.
—Creo que esto no está funcionando para ninguno de los dos...
—Ah, ¿ves? Unos días con ella en tu casa y ya vienes a terminar...
—No, no se trata de ella, déjala fuera de esto porque no tiene nada que ver. Tiene que ver con nosotros y con el daño que nos estamos haciendo.
—¿Daño? ¿De qué demonios hablas?
—Estoy cansado de ceder siempre, estoy cansado de ser quien no soy por miedo a perder lo que tenemos.
—¿Estás diciendo que es mi culpa? —inquirió casi a voz de grito.
—No, siempre he pensado que si algo no funciona es culpa de los dos. Tú deseas que yo sea una persona que no soy y haces de todo por cambiarme, yo me he amoldado tanto a ti que me he perdido a mí mismo en el camino.
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Cuando las mariposas migran
RomancePaloma e Ian se conocen desde que ella tenía doce y él dieciocho, el padre de ella se ha casado con la hermana mayor de él, pero como él vive en el Brasil desde aquel entonces, nunca habían interactuado tanto más que en algunos eventos familiares en...