Por la mañana siguiente, Ian despertó y fue a preparar el desayuno. Era domingo, por lo que se había quedado en cama un poco más. Paloma parecía dormir aun así que no la molestó y se sentó a comer solo. En ese momento, llegó un mensaje de Camelia.
«Sé sincero conmigo y dime cómo va todo». Inquirió con su exagerada preocupación de siempre.
«¿Sinceramente? Ya no la soporto... Mentira, Mel, estamos muy bien... de verdad, es fácil convivir con ella».
«¿Sí?». Preguntó y él sonrió.
«Sí, y hablamos mucho... es una chica interesante... habla como si tuviera cien años».
«Siempre ha sido así, desde que la conozco, parece la reencarnación de alguna persona que vivió mucho... He pensado que quizás el dolor y la soledad que pasó de pequeña la transformó un poco en eso... ¿Han salido?».
«No, pero unas amigas la han invitado a salir la próxima semana. Quizá la acompañe, aunque madrugar me cobra facturas al día siguiente. Creo que estoy viejo». Explicó y le mandó un emoticono de carita de cansancio.
«¿Viejo? Estás en la flor de la edad, Ian... Diviértete, déjate llevar por la energía que expide Paloma, es imposible no hacerlo». Bromeó y puso una carita sonriente.
Ian pensó que ya lo había notado, que esa energía lo había inundado todo desde que llegó a su casa, y le agradaba, pues había renovado su aire, su ambiente, su casa.
«Arrasa con todo, es un tsunami...»
«Jajaja, por fuera es un huracán, por dentro es un osito de peluche...».
«¿Uno diabólico?». Bromeó.
«Paloma es una de las mejores personas que conozco, ha sido una niña llena de magia que creció y se convirtió en una mujer cargada de luz. Su independencia asusta, yo lo sé, a mí más que a nadie en el mundo, pero la conozco, y al final no es tan temeraria como se muestra, es muy sensible, intuitiva... y solo teme sufrir, como todos...».
«Bueno, eso es una bonita forma de describirla. Me está resultando refrescante tenerla por aquí». Admitió.
«Me alegra mucho saberlo, Ian... estaba preocupada porque Paloma puede ser un poco intensa de vez en cuando, y sé lo tranquilo que eres tú...».
«No tienes que preocuparte, de verdad, nos estamos llevando bien».
Paloma apareció de pronto medio somnolienta con una camiseta grande y el cabello desordenado y le regaló una sonrisa. Él la observó cuando se acercó a la cafetera y se sirvió una taza de café. Era hermosa y la camiseta se le subió un poco cuando se movió.
—¿Te parece normal andar así vestida por mi casa? —inquirió.
Ella se volteó a verlo con curiosidad.
—¿Cómo? Es un camisón —respondió como si aquello fuera más que obvio—, no estoy desnuda... y me has visto en bikini, que es menos ropa que esto —afirmó.
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Cuando las mariposas migran
Roman d'amourPaloma e Ian se conocen desde que ella tenía doce y él dieciocho, el padre de ella se ha casado con la hermana mayor de él, pero como él vive en el Brasil desde aquel entonces, nunca habían interactuado tanto más que en algunos eventos familiares en...