🦋 Magia 🦋

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Casi dos horas después, Paloma despertó con hambre, estaba liada por el cuerpo de Ian, aferrada a él en una intimidad que no había compartido nunca con nadie

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Casi dos horas después, Paloma despertó con hambre, estaba liada por el cuerpo de Ian, aferrada a él en una intimidad que no había compartido nunca con nadie. Él aún dormía y ella lo observó mientras con ternura comenzó a dibujar círculos sobre su pecho.

Le gustaba, todo de él le gustaba y era consciente de que jamás había experimentado la mitad de las cosas que él le ofrecía, ni las largas y profundas conversaciones sobre cualquier cosa de la vida, ni sus historias sobre su infancia y sus dolores, ni sus temores, y por supuesto, tampoco había compartido con alguien esa intimidad que había degustado esa mañana.

Había estado con varios chicos antes, pero nadie con quien se quedara a dormir y despertara de esa forma, a gusto, en paz. Nadie con el que hubiera sentido ni siquiera la mitad de lo que había sentido solo cuando él la besó, ni qué decir de la forma en que la tocó y la amó sobre esa cama. Había algo en él que lo hacía distinto, especial, y ella se veía aturdida por esa especie de halo eléctrico que se expandía de él y la atrapaba, y claro que eso le asustaba, pero estaba cansada de contenerse, de pensar, de alejarse. Quería experimentarlo todo de su mano, confiaba en él.

Sus manos bajaron lentamente hasta su zona más íntima y comenzó a acariciarlo, Ian despertó.

—Vaya... podría contratarte como despertador —bromeó.

—¿Ya te he dicho que me gustas mucho? —preguntó ella sin dejar de acariciarlo.

—No, pero lo supuse —respondió él divertido.

—Voy a demostrártelo —susurró comenzando a besarlo. Él quiso acariciarla también, pero ella se lo prohibió.

Dejaron pasar los minutos mientras ella se dedicaba a prodigarle besos, caricias y mucho más, hasta que de nuevo se dejaron llevar y acoplaron sus cuerpos en aquella danza que les parecía tan natural. Era como si sus cuerpos se conocieran desde antes, como si cada uno supiera a la perfección qué hacer, cómo y dónde.

—¿Vamos a comer? —preguntó Ian un rato después, cuando sus respiraciones comenzaron a calmarse.

—Sí, ahora sí —suspiró ella y lo miró sonriente.

Se vistieron y salieron a caminar, era cerca de las tres de la tarde y el sol estaba en lo alto, los turistas caminaban de un lado al otro, ingresaban a tiendas, restaurantes o paseaban en bicicletas. Había una bicicleta llamada bicitaxi que acercaba a las personas de un punto al otro del pequeño pueblo pesquero.

Todo era muy pintoresco y estaba lleno de gente, se detuvieron frente a un enorme mapa de la ciudad al cual Paloma le tomó una foto y trazaron sus planes para esos días. Esa misma tarde irían a ver las tortugas marinas y al día siguiente visitarían las distintas playas, lo harían caminando porque las distancias no eran demasiadas, pero lo iniciarían desde la playa que estaba más alejada y que se decía era la más bonita, la playa de las piscinas naturales.

Cuando las mariposas migranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora