Durante las siguientes dos semanas, las cosas entre Ian y Paloma fluctuaron entre momentos rutinarios como el desayuno o la cena, momentos divertidos como ver una película o salir a bailar con los amigos de Carmiña y Flavia, y momentos reflexivos, en los que sentados sobre la piedra frente al mar conversaban sobre la vida, el pasado, el futuro, sus temores o compartían sus opiniones sobre cualquier cosa.
Isabella había aparecido una tarde por la casa en busca de Ian, Paloma le había atendido y se había presentado, la muchacha la miró de arriba abajo con cierto desprecio, pero no dijo nada. Ian apareció de inmediato al escuchar su voz y Paloma los dejó solos para que conversaran, en tanto fue a la casa de Carmiña a esperar mientras hablaba con las muchachas, cosa que hacía a menudo, ya que solía salir con ellas bastante.
Isabella intentó que Ian le diera otra oportunidad, pero él le dijo que estaba bien así y que lo mejor que podían hacer el uno por el otro era dejarse ir. Isabella no discutió, pero sus lágrimas se derramaron sin piedad sobre su rostro. Antes de marcharse le agradeció por todo lo que habían vivido juntos y por lo mucho que le había enseñado.
Ian se sintió triste, pero supo que aquello era lo mejor para ambos en ese momento. Cuando Paloma regresó y no lo encontró, supo que estaba en la playa, así que fue a buscarlo.
—¿Estás bien? —inquirió.
—Un poco triste, pero bien —respondió.
—¿Pasó algo? —quiso saber y se dejó caer a su lado.
—No... es decir, ella quería volver y yo le dije que no... Lloró mucho, y esta vez no fueron lágrimas de manipulación...
—¿Y quieres regresar con ella? ¿Quieres darle otra oportunidad? A lo mejor ha comprendido esta vez...
Él negó.
—La quiero como parte de mi historia, le agradezco lo mucho que he aprendido a su lado... pero no quiero seguir, no la amo como debería hacerlo para estar con alguien —susurró—. Eso no quita que me duela verla sufrir o el simple hecho de que no pudo ser...
—Lo comprendo —asintió Paloma—. Te tomas muy en serio los sentimientos y eso es bueno...
—¿A qué te refieres?
—A que no solo piensas en ti, sino en ella... piensas en todo... me agrada —admitió—, eres la persona menos egoísta que conozco, Ian, y me descolocas...
—¿Por qué?
—Porque siempre he pensado que el mundo es un lugar demasiado egoísta... Es decir, hoy en día, las relaciones parecen basarse primero en uno mismo y luego en el otro.
—¿No se supone que el amor y el egoísmo no son compatibles? —inquirió.
—No sabría decirlo, creo que el egoísmo es parte del ser humano... Yo, por ejemplo, tengo miedo a amar porque temo sufrir... y eso es egoísta, al final solo estoy pensando en mí, ¿no? Sin embargo, tú, sufres porque has hecho sufrir a alguien más, incluso aunque dices que no la amas. No lo sé, solo me haces pensar... replantearme mis conceptos —añadió encogiéndose de hombros.
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Cuando las mariposas migran
RomancePaloma e Ian se conocen desde que ella tenía doce y él dieciocho, el padre de ella se ha casado con la hermana mayor de él, pero como él vive en el Brasil desde aquel entonces, nunca habían interactuado tanto más que en algunos eventos familiares en...