Hacía cinco días que Paloma había llegado y las vidas de ambos parecían haberse acoplado de una manera que ninguno de los dos esperaba. Aunque las rutinas de Ian habían cambiado, se había acomodado a las nuevas como si hubieran estado allí toda la vida. Cosa que en cierta forma lo confundía, porque nunca había podido estar con Isabella bajo un mismo techo por más de un fin de semana completo sin pelear.
Por la mañana, él se levantaba temprano e iba al trabajo, se preparaba el desayuno para él y lo dejaba a medio hacer para ella. Paloma se despertaba cerca de las nueve o las diez, pues trasnochaba leyendo o escribiendo, siempre se encontraba con el café hecho y algo listo para comer, y luego iba a la playa a tumbarse bajo el sol o leer algún libro. Volvía cuando se agotaba del sol o del mar y se ponía a trabajar en sus proyectos. Luego, preparaba algo para comer y cuando llegaba Ian y lo compartían en la mesa mientras hablaban de sus días.
—No tienes que cocinar todos los días —dijo él esa tarde al llegar. Ella estaba vestida con el pareo amarillo de encaje que usaba para ir a la playa, abajo se podía visualizar su bikini. Él estaba acostumbrado a verla así. Se daba un baño y se cambiaba antes de dormir.
Ian ponía todo de su parte para no mirarla como miraría a cualquier mujer, Paloma era preciosa y eso no había quién lo negase, pero él intentaba verla como vería a una prima lejana o a un pariente, aunque no siempre funcionaba.
—Tampoco tienes por qué dejarme el desayuno listo, sin embargo, lo haces —respondió ella mientras revolvía algo y canturreaba una canción que él no conocía—. Además, me gusta cocinar, es algo que me relaja.
—Pero estás de vacaciones, lo del desayuno es lo menos que puedo hacer para que te sientas a gusto, y no me molesta...
Ella sonrió y se acercó con un cucharón cargado con salsa para que él probara.
—Mmmm está delicioso —admitió—. ¿Qué tal la playa hoy?
—Ha sido un día caluroso, ¿qué tal si salimos a dar una caminata luego de la cena? —inquirió.
—Es una buena idea —respondió—. Ha sido un día pesado.
—¿Se han puesto parlanchina las aves? —bromeó y él puso los ojos en blanco mientras le ayudaba a poner la mesa para cenar.
—Estoy haciendo una investigación sobre un tipo específico de aves que se han reproducido en cautiverio, es algo que no pensamos que podría suceder, así que hay esperanzas —explicó con entusiasmo. A Paloma le gustaba que él le contara sobre su trabajo, ella pensaba que sus ojos se ponían más claros que de costumbre cuando hablaba de esas aves que tanto le encantaban, se notaba que le apasionaba lo que hacía.
—Cuéntame alguna curiosidad de las palomas —pidió—. Antes siempre lo hacías —añadió recordando cuando era más pequeña.
—Algunos científicos han demostrado que las palomas pueden percibir imágenes de video de sí mismas, tienen capacidades auto cognitivas mejores que niños de tres años.
ESTÁS LEYENDO
Cuando las mariposas migran
RomancePaloma e Ian se conocen desde que ella tenía doce y él dieciocho, el padre de ella se ha casado con la hermana mayor de él, pero como él vive en el Brasil desde aquel entonces, nunca habían interactuado tanto más que en algunos eventos familiares en...