🦋 Paseo 🦋

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Carmiña y Flavia eran dos muchachas que vivían en la casa número cinco del mismo condominio, Carmiña tenía la misma edad que Paloma y Flavia era un par de años mayor

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Carmiña y Flavia eran dos muchachas que vivían en la casa número cinco del mismo condominio, Carmiña tenía la misma edad que Paloma y Flavia era un par de años mayor. Eran compañeras de la universidad y eran muy divertidas, habían congeniado enseguida con la muchacha.

Tomaron un bus que las llevó hasta el Farol da barra, donde subirían a otro bus en el cual iba un grupo de turistas guiados por Roberto, el novio de Flavia. Ya en el lugar, un montón de vendedores ambulantes se acercaron a Paloma con pulseras de colores diciéndoles que era un regalo.

—¿Es gratis? —inquirió ella a Carmiña.

—Sí, te regalan esas pulseritas en todos lados, dicen que es de mala suerte rechazarlas, luego intentarán venderte algo —comentó.

Ella asintió y dejó que un muchacho le dijera algo en portugués mientras enrollaba una pulsera en su muñeca derecha.

—Dice que cada nudo es un deseo —tradujo Carmiña, que hablaba español porque su padre era argentino.

—Okey —afirmó Paloma y se puso a pensar en el primer deseo. Pidió por su familia y porque el amor siempre los rodeara. Cuando asintió el joven hizo otro nudo y ella pidió poder seguir viajando y en el tercer nudo pidió por la felicidad de Ian, aunque no sabía muy bien por qué, pero él se le había venido a la mente.

Después de aquello estuvo varios minutos viendo las cosas que hábilmente el vendedor le ofrecía y se las entregaba como si diera por hecho que se lo compraría todo. Cuando al fin logró zafarse sin comprar nada, siguió a Carmiña y a Flavia por el camino que bordeaba el faro y daba al mar, era un sitio bello, un faro de veintidós metros de altura construido sobre el Forte de Santo Antonio. Se tomó varias fotos sola y con las chicas y luego decidió probar el agua de coco que se vendía en la calle mientras esperaban a Roberto, que había avisado que llegaba en minutos.

Cuando él se acercó, esperaron a que los turistas que venían con él visitaran el local y luego subieron al bus con camino al centro histórico. Toda la mañana lo recorrieron caminando, empezaron sacándose fotos en las letras con el nombre de la ciudad y luego visitaron varios lugares, se enteró que Salvador de Bahía fue la primera capital del Brasil y algunas cosas históricas que Roberto iba comentando a medida que caminaban. Visitó la catedral y la iglesia de San Francisco, se dejó envolver por la arquitectura bellísima y se embebió del arte y la historia que la rodeaba.

Almorzaron en un restaurante local donde probó comida típica y luego siguieron el camino. Se sacaron muchas más fotos en hermosas construcciones de épocas antiguas y también con un grupo callejero de Capoeira, que era un arte marcial brasilero que combinaba danzas, acrobacias y música y que descendía de los africanos esclavizados en Brasil en el siglo XVI. Luego visitaron la iglesia do Senhor Do Bon Fin donde se sacó más fotos entre las miles de pulseras coloridas —iguales a las otras muchas que ya tenía en la muñeca— atadas a las barandas que las personas iban dejando tras las visitas y que ondeaban al viento en un espectáculo de color y magia. Ella también dejó una de las que tenía en la muñeca y al hacerlo no pidió un deseo, sino que sintió ganas de agradecer, por ese viaje, por esas amigas, por Ian. Acabaron el recorrido en el Mercado Modelo donde compró artesanías y regalos para sus familiares y algunos amigos.

Cuando las mariposas migranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora