Ian estaba triste, enfadado y con miedo. Triste porque odiaba sentirla lejos y solo le quedaba unos días para disfrutarla, enfadado porque pensaba que la manera en que Paloma reaccionaba no tenía sentido alguno, y con miedo porque no quería perderla. Pero no había nada que pudiera hacer por ella, solo le quedaba una cosa, y no era por retenerla, sino solo para que lo supiera.
La llevó hasta el aeropuerto sin decir palabra, pero cuando le tocó el momento de despedirse, la miró con ternura.
—Todo va a estar bien, pajarito... tú vuela...
—Lo siento tanto... —susurró.
—No lo sientas... ¿Recuerdas lo que me preguntaste cuando comenzamos a hablar? —Paloma negó—. Me pediste que te contara un secreto.
—Ya... sí, lo recuerdo.
—Me dijiste que así habían empezado Mel y Ferrán... Yo no sabía qué decirte, pero ahora lo sé.
—No sé si quiero escucharlo...
—Pues tendrás que hacerlo, no puedes irte sin saber mi secreto —añadió y la tomó de la mano. Sintió que el corazón le golpeaba fuerte y supo en su mirada que ella se sentía igual—. Te amo, Paloma, con todo lo que eso implica. Te amo cuando eres vibrante y atrevida, y también cuando estás muerta de miedo y huyes... te amo cuando dibujas una sonrisa enorme en tu rostro o cuando no logras esconder las lágrimas. Te amo cuando tu cuerpo tiembla de placer o de miedo. Te amo, aunque a ti te moleste que te lo diga, y aunque estés huyendo de mí en este momento... Porque recuerda, no huyes de mí, sino de ti misma y de lo que sientes... y eso te perseguirá aquí, en España o en donde sea, hasta el día que decidas enfrentarlo.
Paloma negó y se llevó las manos al rostro para cubrírselo, aquellas palabras le rompían el alma. Por un lado, solo deseaba abrazarlo y gritarle que ella también lo amaba, pero había algo que se lo impedía, algo como una barrera invisible que no le permitía soltarse.
—Yo no me iré a ningún lado porque es lo que me has enseñado, a mantenerme firme y no dejarme avasallar, es lo que me ayudaste a comprender cuando terminé con Isa, gracias a ti soy una mejor persona, y me quedaré aquí, respetando tu decisión y tu proceso, aunque muera de ganas por hacer lo que sea necesario por seguirte y rogarte que me ames también, pero fuiste tú la que me hizo comprender que el amor no se puede forzar y que tampoco es bueno aceptar sobras. Y, porque sobre todo, amo tu libertad. Porque es justamente de esa libertad que me enamoré, y no voy a ser yo quien le ponga freno. Pero piénsalo, porque la libertad no es irte cuando no puedes manejar algo, sino ser fiel a ti misma y escuchar lo que tu corazón desea.
Paloma no respondió, sabía que él tenía razón, pero se sentía aterrada. Era una tontería que nadie podría entender, y por eso se sentía sola, una vez más.
—Adiós, Ian... —susurró antes de marcharse y acarició con ternura el mentón del chico que la miraba con amor.
Entonces, Ian la vio partir, y una vez que la perdió de vista, recién allí, se permitió sufrir.
Llegó a su casa y se echó a la cama a llorar, todavía no había salido del país y él ya la extrañaba.
Así que Paloma voló...
ESTÁS LEYENDO
Cuando las mariposas migran
RomancePaloma e Ian se conocen desde que ella tenía doce y él dieciocho, el padre de ella se ha casado con la hermana mayor de él, pero como él vive en el Brasil desde aquel entonces, nunca habían interactuado tanto más que en algunos eventos familiares en...