Paloma había fijado la vista en la ventanilla y se sentía incómoda, podía percibir el enfado de Ian y no le agradaba que acabara así.
—Perdona si te desilusioné, sé que creías que era valiente, pero ya ves... no lo soy, tengo miedos...
—Valiente no es quien no teme, valiente es quien es capaz de enfrentarse a lo que teme —respondió él.
—Y yo no lo soy —añadió. Él solo se encogió de hombros con indiferencia, pero Paloma notó que apretaba con fuerza el volante y que se mordía el labio inferior como si se contuviera todo lo que en realidad quería decirle.
—Como quieras... Solo diré que te comportas como una niña, y eso sí que desilusiona.
—A lo mejor lo sigo siendo...
—Todos lo somos en ocasiones —admitió él—, pero el adulto que eres hoy debe contener a la niña que fuiste.
—Te crees muy grande, ¿no? Haces justo lo que no quería que hicieras, tratarme como a la niña tonta que conociste —profirió enfadada.
—¿Te das cuenta lo que estás diciendo? —inquirió levantando la voz—. ¡Te trato como la mujer que eres, te veo así, por si no te has dado cuenta! ¡Eres tú la que se comporta como una niña tonta!
—¿Por qué? ¿Porque me voy? ¿Porque no quiero ver hasta dónde podemos llegar? ¿Porque no quiero lastimarte ni que me lastimes y mucho menos que lastimemos a Mel? ¡A mí me parece que yo soy la única que se está comportando como adulta aquí! ¡Me estoy haciendo responsable! ¡Tú solo quieres dejarte llevar por tus impulsos sin que te importe nada más! ¡Sin pensar que si no funciona podríamos destrozarnos y tendremos que vernos el resto de nuestras vidas! —gritó.
Él no respondió, aspiró con fuerza e intentó calmarse.
—Me tomaré unos días para pensar, Ian...
—Está bien, haz lo que necesites —respondió él sin aflojar la tensión de sus dedos sobre el volante.
No hablaron más, llegaron al aeropuerto y, aunque ella le dijo que no necesitaba entrar con ella, él insistió en acompañarla.
—¿Por qué lo haces? —quiso saber.
—¿Qué?
—Preocuparte así por mí, insistir incluso aunque te esté alejando. ¿Es por Mel?
—No, es por ti... Me importas, por si no te has dado cuenta... —respondió cortante.
Paloma asintió y una vez que llegaron al sitio donde debía embarcar para un vuelo interno, ella se despidió.
—Te avisaré...
—¿Qué cosa? —preguntó él.
—Si voy a regresar... o a dónde... y cuándo.
Él asintió.
—Pásala bien...
Ella asintió.
Se quedaron mirándose por unos instantes hasta que Paloma volteó para caminar hacia la puerta. Ian la vio partir y algo en su interior creció de la misma manera en que crecen las olas en una noche de tormenta, intentó contenerse, pero no pudo hacerlo. Estaba cansado de ser comedido, de siempre hacer las cosas como los demás querían o esperaban. Esta vez iba a decir lo que sentía.
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Cuando las mariposas migran
RomancePaloma e Ian se conocen desde que ella tenía doce y él dieciocho, el padre de ella se ha casado con la hermana mayor de él, pero como él vive en el Brasil desde aquel entonces, nunca habían interactuado tanto más que en algunos eventos familiares en...