Como era de esperarse, los siguientes días la burbuja explotó, no se veían mucho porque Ian volvió a trabajar y, por las noches, cuando él regresaba, ella se quedaba en su cuarto concentrada en sus manuscritos, o eso era lo que le decía a él.
Ian no tocó más el tema y se mostró lo más natural posible con ella, consciente de que necesitaba su espacio y de que no podía manejar la magnitud de lo que sentía. Él estaba seguro de que Paloma se encontraba igual que él y de que era cuestión de tiempo que se animara.
Reservó dos habitaciones en un hostal en Praia do Forte para que fueran el siguiente viernes y se quedaran hasta el domingo. El miércoles, cuando preparó el desayuno antes de salir para su trabajo, le dejó una nota junto al café.
«Este fin de semana vamos a Praia do Forte como te había dicho, te vas a divertir. Voy a llevarte a ver el proyecto Tamar, allí es donde cuidan y conservan a las tortugas, ya te lo explicaré luego... Es un pueblo precioso, la pasaremos bien... No te preocupes, reservé dos habitaciones, nos portaremos como los hermanos que quieres que seamos, así que puedes dejar de escabullirte de mí...
Por cierto, ¿sabías que las palomas han sido adiestradas por la guardia costera para detectar personas que se estén ahogando? Me encantan las palomas, son tan inteligentes, ¿verdad?».
Cuando Paloma leyó aquel papel no supo cómo sentirse, quería ir a ese viaje con toda la fuerza de su alma, pero sabía que no podría contenerse más, que acabaría por besarlo con todas las ganas reprimidas que tenía y explotarían. Ella no estaba acostumbrada a guardarse esos sentimientos, pensaba incluso que una vez que lo hiciera se irían por fin, sería más fácil aniquilar todas esas mariposas, pero el problema es que era él, y estaría allí siempre... lo quisiera o no.
Eran cerca de las diez de la mañana, estaba desayunando y leyendo una y otra vez el pequeño papel, riéndose con lo de las palomas y recordando lo directo que fue el otro día. Le gustaba eso, al principio habría creído que Ian no era esa clase de hombres, sobre todo por la relación que tenía con Isabella, pero la había descolocado con su sinceridad y su intensidad, y le gustaba más justo por eso, porque iba de frente.
El teléfono sonó y ella atendió sin mirar.
—¿Hola?
—Paloma —saludó Camelia.
—Ah... hola
—¿Ah, hola? ¿Esperabas que fuera alguien más? —inquirió la mujer con diversión.
—No, estaba distraída, nada más.
—Bueno... te llamaba porque tu padre y yo nos preguntamos si piensas quedarte a vivir allí —bromeó, pero Paloma se atragantó con el café.
—¿Cómo?
—Es que al parecer no tienes ni planes de volver...
—Ya... es que este lugar es mágico, Mel, te aseguro que si vienen no querrán volver...
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Cuando las mariposas migran
RomancePaloma e Ian se conocen desde que ella tenía doce y él dieciocho, el padre de ella se ha casado con la hermana mayor de él, pero como él vive en el Brasil desde aquel entonces, nunca habían interactuado tanto más que en algunos eventos familiares en...