Joao era guapo, no tanto como Ian, pero lo suficiente para entretenerla y sacarla de ese paréntesis extraño en el que se encontraba. Y a eso había que sumarle que estaba borracha, aunque no lo suficiente como para no querer ir con él a hacer lo que sabía que iban a hacer. Le molestaba que Taís hubiera acaparado a Ian toda la noche, y estaba segura de que terminarían igual que ellos dos en la casa de la muchacha, o quizá peor, en su habitación. Y ella no estaba dispuesta a escucharlo estar con una mujer, y menos bajo el mismo techo. Le molestaba también que él le hubiese advertido de que no era buen bailarín como si quisiese evitar bailar con ella, pero después haya terminado bailando con otra con la que parecía moverse con facilidad.
Estaba enfadada consigo misma por no ser capaz de manejar sus emociones, y con Ian, por ser el causante de cómo se sentía. Así que cuando Joao le propuso ir con él a hablar a un sitio más tranquilo, pensó que aquella excusa se usaba en todos los países y sonrió afirmativamente. Quizá le vendría bien para dejar de pensar y para recuperar el control sobre su vida y sus decisiones.
Se fue con Joao porque si no lo hacía haría algo peor, completamente irracional como ir a preguntarle a Ian si pensaba o no sacarla a bailar, o si no quería ir a terminar la fiesta en el condominio. Pero no podía hacerlo de nuevo, no podía ser tan tonta y volver a embarrar algo que le había costado demasiado componer luego de su episodio en la playa. Se suponía que tenían que volver a la normalidad, y no había nada más normal que ella yendo con un chico atractivo a pasar un buen momento.
Había decidido quedarse un poco más porque no quería irse aún, porque no podía apartarse de él y porque necesitaba seguir conociéndolo y compartiendo momentos con él, pero debía ponerle paño frío al tema, y eso solo lo lograría cortando por lo sano lo que sea que estaba creciendo entre ellos. Estar con otro chico era un mensaje que Ian sabría leer.
Por esa noche, sería Joao, y eso era fácil, porque solo era guapo, pero no generaba nada en ella, nada que no fuera físico y que ella no pudiese controlar si deseara. Llegó a su departamento y pasaron a lo siguiente enseguida. Él le dijo cosas en portugués que a ella le parecieron sexy, pero que no terminó de comprender, no le importó, lo dejó hacer. Él fue rápido, casi no se tomó su tiempo para excitarla, pero ella estaba acostumbrada a esa clase de chicos y a esa clase de relaciones, no necesitaba mucho, conocía su cuerpo y sus gustos y sabía cómo disfrutar. Paloma se concentró en su placer y se dejó ir y de esa manera olvidó, por un segundo, que el aleteo en su estómago esa noche se había intensificado demasiado, que el cosquilleo en sus dedos cuando le remangó la camisa le pedía que tocara más, que sus ojos mirándose luego de que ella hubiera acabado de arreglarle las mangas se decían cosas que sus bocas no podían pronunciar.
Apenas acabó, Joao se dio vuelta y se dispuso a dormir, ella se recostó en la cama y cerró los ojos, pero no pudo hacerlo. La imagen de Ian se le apareció en la oscuridad y se preguntó si acaso él estaría con Taís o qué pensaría de lo que ella estaba haciendo. ¿Le daría igual? ¿Se habría enfadado?
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Cuando las mariposas migran
RomancePaloma e Ian se conocen desde que ella tenía doce y él dieciocho, el padre de ella se ha casado con la hermana mayor de él, pero como él vive en el Brasil desde aquel entonces, nunca habían interactuado tanto más que en algunos eventos familiares en...