🦋 Mariposas 🦋

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Aquellos días se convirtieron en una burbuja de paz para ambos, mientras Ian se recuperaba del todo, Paloma casi no salía de la casa más que para ir a comprar algo o visitar a Carmiña un rato y conversar

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Aquellos días se convirtieron en una burbuja de paz para ambos, mientras Ian se recuperaba del todo, Paloma casi no salía de la casa más que para ir a comprar algo o visitar a Carmiña un rato y conversar. No había ido a la playa ni a hacer turismo pues no quería separarse de él por si necesitara algo, se pasaban el día viendo series o películas siempre sentados más cerca de lo que lo harían dos amigos, abrazados incluso, o ella con las piernas sobre las de él y él acariciándole los pies.

Ninguno de los dos cuestionaba aquel acercamiento, pero por dentro, ambos sabían que estaban rozando límites y que en algún momento todo podría estallar. Ian la miraba como si la descubriera por primera vez, por momentos se olvidaba de que era la misma Paloma que había conocido años atrás siendo una niña divertida y testaruda, la misma que su hermana quería como si fuera una hija, pero entonces, cuando se descubría admirando sus formas por debajo de esos vestidos cortos o pijamas minúsculos que solía usar, intentaba poner distancia y frenar a su mente, o mejor dicho a su cuerpo, aunque no siempre lo lograba.

Había fantaseado con ella más veces de lo que le gustaría admitir, y terminaba sintiéndose culpable por ver así a aquella muchacha. ¿Qué pensaría de él Camelia si lo supiera? ¿O Ferrán?

Paloma, por su parte, nunca se había sentido tan a gusto con alguien. Por lo general, ella no era capaz de compartir el mismo espacio con una persona por demasiado tiempo y ya llevaba allí más de lo que había planificado. Sin embargo, cuantos más días pasaban, más bien se sentía, como si compartir el espacio con Ian no la ahogara, por el contrario, le diera aire. Ni siquiera era capaz de imaginar cómo sería cuando se marchara.

Le gustaba la manera en que la trataba, con tanto respeto y consideración, siempre le preguntaba sus gustos o preferencias, le hacía mimos en los pies o en el hombro, y hablaba de una manera en la cual lograba espantar todos sus temores.

Paloma casi ya no podía ignorar que en ocasiones sentía a las mariposas en el abdomen, aleteaban furiosas porque ella las había enjaulado, algo que nunca había hecho antes. A Paloma le gustaba seguir sus instintos y sus ganas, si Ian no hubiera sido él, muchas cosas habrían pasado ya, pero con él todo era distinto y no podía solo dejarse llevar sin esperar consecuencias, por lo que, en su mente, había metido a esas mariposas inquietas en una jaula, esperando que se calmaran, aunque al parecer había ocasionado el efecto contrario, las malditas se habían alterado más y rogaban por su liberación.

—Hace mucho que no vamos a la playa —dijo Ian aquella tarde—. ¿Quieres ir?

—¿Te sientes bien?

—Sí, estoy bien... sigo cansado, pero esta enfermedad te deja así por meses, así que no hay mucho que hacer, el lunes ya debo regresar al trabajo...

—Lo sé... Está bien, vayamos.

Era jueves y el sol comenzaba a desdibujarse en el horizonte, por lo que muchas personas ya iban de salida. Se cruzaron con Carmiña y Flavia que los saludaron.

Cuando las mariposas migranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora