Capítulo 32.

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La vida de Bellemere había cambiado mucho desde hace unos años.

Al principio había estado tan orgullosa siendo Capitán de la Marina. Creía que finalmente estaba viviendo su sueño. Sé había esforzado mucho para ganarse su lugar y después de algunos encontronazos con tontos cabezas duras que no podían aceptar el que una mujer fuese su superior, al final consiguió ganarse su respeto.

Estaba segura de que si seguía por ese camino, su rango podría subir cada vez más.

Quién diría que estando en una misión, conocería a un par de personitas que la hicieron replantearse todas sus creencias en un instante.

Al principio no había sabido que hacer, así que después de hablarlo con Hina, que se encontraba con ella en ese momento, decidieron pedirle consejo a la única persona en quien confiaban totalmente.

Desde que conocieron a Bellator D. Adael las vidas de ambas no hicieron más que mejorar.

No sólo las salvó en aquella ocasión, las entrenó y les mostró habilidades que de otro modo hubieran tardado años en aprender. También supieron, debido principalmente a su otro amigo Donquixote Rocinante, que Adael se había hecho cargo de que los altos mandos no las intimidaran ni les impidieran poder ascender en un mundo dominado principalmente por hombres.

Así que no tenían ninguna razón para no pedirle consejo, como de hecho hicieron en varias ocasiones anteriores.

Él no dijo palabras inútiles, simplemente les había preguntado, a ella principalmente, qué era lo que quería hacer. En un tono y con una mirada que le decía, que la apoyaría totalmente.

Bellemere al principio estuvo confundida pero luego volvió a mirar a las niñas. La mayor no se había separado de ella desde que las encontró y la pequeña bebé lloraba cuando alguien más excepto ella, y sorprendentemente Adael, intentaba sostenerla.

En ese poco tiempo, su corazón había caído bajo el encanto de esos ojos tristes que la miraban con dependencia, así que no dudó más.

Quería cuidarlas. Quería protegerlas. No importaba que para lograrlo tuviera que dejar atrás sus antiguas aspiraciones, ella estaba dispuesta.

Una vez tomada la desición, Adael se había puesto inmediatamente manos a la obra.

Consiguió que le dieran su retiro, uno adelantado pero retiro al fin y al cabo, logrando incluso que le pagaran un poco más por sus años de servicio...Ella no quería saber de qué forma molestó a Sengoku hasta que aceptó. Pero según escuchó, había involucrado una huelga, amenazas de muerte, amenazas de suicidio, un posible escape masivo de Impell Dawn y una gran batalla épica que terminó destruyendo la mitad del cuartel.

Sentía lástima por Rossi, valla que sí.

Su compañera de vida, Hina, había decidido quedarse con los marinos. Según ella, cuanto más apoyo tuvieran mejor.

Regresó a su isla natal con las dos niñas que, auque casi le provocó un infarto al alcalde Genzo por el hecho de que ahora era madre, fueron muy bienvenidas.

Al principio fué difícil. Después de todo ahora tenía dos más a quienes cuidar, pero con el tiempo las cosas mejoraron. Sus amigos y compañera también la ayudaron mucho.

Hina siempre iba a verla, al menos dos o tres veces al mes. De hecho, la casa en la que ahora vivía, la habían construido juntas.

Adael y Rossi no podían visitarla tan amenudo pero aún se dejaban caer de vez en cuando. Ella también le tomó mucho cariño a los hermanos del peliplata pero no negaría que son unos buscaproblemas, especialmente él.

Sacrificando mi futuro, cambiaré su pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora