XXVIII

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Traer al Gran Duque Kaufman era la opción más favorable para el futuro posible comercio entre el imperio de occidente y Luipt. Ya que él ya conoce a Navier, junto que estuvieron en todas la reuniones sobre los acuerdos comerciales, es obvio que si Navier quiere completar ese tratado con Luipt, tendría que ser con alguien que habló anteriormente. Eso haría más fácil y rápido en poner en acción el tratado de comercio.

Cordelia ya se estaba haciendo la idea que él no le enviara cartas, pero ¿Volver a verlo? Es cierto que extrañaba su compañía y sus conversaciones, aún así, no quedó en buenos términos para ambos.

¿Será que aún no encuentra un antídoto para la poción de amor?

A pesar de los inconvenientes, el comercio que estaba completando su majestad Navier pudo haber sido un éxito. —dijo Cordelia en ese momento— Y si invita al Gran Duque Kaufman, arreglaran ese comercio para el imperio de Occidente, será mucho más rápido y eficiente que traer otra persona de Luipt.

—Entiendo, muchas gracias, mañana quiero que vengas de nuevo —Heinrey sabía que tenía razón Cordelia.

Ella, en ese momento pensó en que decirle antes de irse.

—Si quiere un consuelo, el emperador Sovieshu fue golpeado por querer denigrar a mi persona —después de eso, se fue.

Mientras miraba una de las horquillas en su habitación recordando la última conversación que tuvo con el Gran Duque, odio admitir que él tuvo razón en cierta parte.

¿Cómo habría terminado su última conversación si no hubiera tomado la poción de amor?

Definitivamente las pociones son el peor regalo de todos. Pensó Cordelia.

Se puso la horquilla y se fue a donde Navier.

Tal ves es fue una coincidencia cruzarse con Mastas en los pasillos con dirección a Navier

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Tal ves es fue una coincidencia cruzarse con Mastas en los pasillos con dirección a Navier. Sin embargo, definitivamente no era una coincidencia encontrarse con Mclinnon, la autoproclamada la mejor diseñadora del imperio de occidente.

—¡Duquesa Cordelia! —dice Mastas viéndola— Es bueno verla.

—Señorita Mastas, —Cordelia sonríe— es bueno volver a verla.

—Gracias, ahora la podré ver más, ya que su majestad me eligió como dama de compañía. —la alegría rebosaba en Mastas— Ah, y me cruce con ella.

Vio a Mclinnon con un montón de vestidos y ayudantes.

—Mclinnon para servirle, Duquesa Cordelia —sonríe Mclinnon para hacer una reverencia.

—Supongo que va a ver a su majestad Navier —dijo Cordelia.

—Exactamente —dijo la diseñadora.

La bastarda de los Trovi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora