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Cordelia estaba con sus majestades escuchando su conversación de los últimos detalles de la cena, no fue de mucha ayuda en ese momento porque parecia que todo estaba listo.

Ya terminada la conversación, Navier se acercó a Cordelia mientras salían.

—¿Ya sabes lo que te vas a poner?

Como la cena no van a estar las damas de compañía y tampoco ella, Cordelia va a estar al lado de su majestad hasta que entre a la sala. Lo mismo pasa en el banquete.

—Se que será un vestido, su majestad Sovieshu quiere muestre uno de los vestidos del imperio para que vean la calidad de ellos.

—¿No podrías usar uno de los tuyos?

—¿Quiere que ocupe uno de mis vestidos, su alteza?

—Claro, después de todo, fueron los mejores sastres que te enseñaron —aparte de eso, le susurro algo en el oído.

—¿Esta segura de que ocupe ese? —pregunta Cordelia— Tenía pensado usarlo mañana, como voy a estar haciendo presencia en la fiesta.

—Estoy segura, te veras hermosa.

—Como usted desee su alteza ¿Pero qué hay de su majestad Sovieshu?

—Yo lo arreglaré, tu tranquila —dijo Navier con una sonrisa.

Hablaron un rato para luego separarse, estuvo tan ocupada en el día que no tuvo tiempo de cruzarse con en gran duque kaufman o preguntarle directamente al príncipe Heinrey quien era el de cabello azul que vino con él.

Tocaron una parte de la muralla, exactamente atrás de un mueble grande lleno de libros. Cordelia fue para allá y en una sección saco tres libros para encontrarse con unos ojos de una mujer, una sirvienta del castillo.

—Mi Lady —pronunció la mujer para luego darle un papel sellado.

Cordelia lo abrió y lo leyó tranquilamente con una sonrisa en el rostro. Fue a donde su mesa para entregar una bolsa pequeña de monedas.

—¿Cuántos fueron involucrados? —preguntó Cordelia mirándolo de nuevo a los ojos a la mujer.

—Tres, incluyendome, mi Lady.

—¿Lo hicieron de forma discreta?

—Si, mi Lady, nadie se entero.

—¿Quién escribió la nota?

—Solo la persona quien pidió que encontrara la información y solo esa persona la leyó.

—Excelente trabajo —agarró otra bolsa.

—Una bolsa para la persona quien escribió la información y otra para que se lo repartan, excluyendo a quien escribió, claro.

—Gracias, mi Lady.

Cordelia les entrego las dos bolsitas para poner de nuevo los libros.

Rápidamente enrollo el papel lo más apretado y pequeño posible para ponerlo en su collar. No tenía tiempo de quemarlo ahora, pronto iban a ver unas sirvientas a ayudarla a verse bien cuando acompañe a su majestad.

No tardaron mucho, la ayudaron a vestirse y a peinarla.

No tardaron mucho, la ayudaron a vestirse y a peinarla

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La bastarda de los Trovi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora