XII

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Cordelia se le permitió viajar a Wilwol con Navier para que su majestad felicitara a la niña huérfana que fue aceptada en aquella escuela de magia. Hace tiempo Cordelia no viajaba tan lejos del palacio y aprovecho de disfrutar el viaje.

Cuando Navier hablaba con la persona encargada del lugar y veían los cuadros, vio una del Gran Duque Kaufman, por un momento se sintió orgullosa de él hasta que el cuadro en blanco era el Príncipe Heinrey, le dio unos sentimientos encontrados.

—¡Mi reina! Que sorpresa verla aquí —Cordelia le sorprendió ver al Príncipe Heinrey.

—Jamás habría imaginar que lo vería aquí —contestó Navier.

—Vine porque debo ocuparme de unos asunto importantes. —dice el príncipe— Con tantas veces que nos encontramos así, parece que fuera el destino encontrarnos.

El rostro de Mckena decía lo contrario y lo pudo ver Cordelia. Al parecer, Navier igual.

—¿Puedo preguntar que hace aquí? —pregunta Navier.

—El Decano quiere verme —dice con una sonrisa.

Las hermanas se miraron por un segundo. Claramente a ambas le parecía extraño por lo que acababa de decir el Decano hace unos momentos.

—Como encontranos fue una coincidencia tan alegre ¿Quiere que cenemos juntos, Mi reina? —la alegría del príncipe irradiaba— Su hermana esta invitada, si quiere.

Navier miró a su hermana para saber que decir. Cordelia solo asintió.

—Muy bien.

Cordelia hablo con Navier a solas un momento que prefería comer en otra mesa para ella pudiera hablar con él más cómodo y ver que trama. Su majestad ya le había dicho lo que dijo el Duque Ergi Claude a Cordelia.

Así, Cordelia se sentó con McKenna dos mesas más lejos, suficientemente lejos para no escuchar bien lo que decían pero también lo bastante cerca por si le pasaba algo.

Ellos dos no habían hablado desde lo anterior y ahora, no se habían dicho ninguna palabra.

—Estaba pensando en que le podría dejar una invitación a cabalgar. —dice Cordelia con una sonrisa— Si quiere.

—¿En serio? —McKenna parecía sorprendido.

—Sería descortés no invitarte, —dice como si nada— después de todo, el Gran Duque y usted son mis amigos ¿Cierto?

McKenna se sorprendió ante lo que dijo. Es cierto que últimamente han pasado más tiempo juntos y hasta han ido de paseo al pueblo cercano del castillo, pero nunca pensó que de verdad lo considera de esa manera.

Sonrió con evidente emoción, dejando atrás la incomodidad. Cordelia quería dejar atrás lo de aquella conversación y por eso decidió actuar como si nada, la mejor decisión hasta ahora.

—Me alegra oir eso de usted. —Cordelia pudo notar cierto parecido de McKenna con el príncipe— Ahora quien me pregunte por usted, diré que somos amigos.

—¿Le preguntan por mi? —pregunta Cordelia curiosa.

—No, pero por si acaso.

Estuvieron  hablando alegremente que se olvidó de porque acepto la invitación, de investigar más al Príncipe Heinrey. Esperaba que Navier encontrara más información.

Tuvieron que despedirse, la estancia en Wilwol no era la más extensa por tener un objetivo específico, que ya se cumplió.

***

No debí viajar a Wilwol. Piensa Cordelia. Así no habría estado ese alboroto a la Duquesa de Tuania.

La bastarda de los Trovi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora