XXXV

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—Íbamos a empezar una guerra. —confiesa Heinrey a Cordelia— No interesa las razones ahora... cuando nos invitaron para la ceremonia de año nuevo, parecía el momento ideal para analizar desde dentro como era el imperio del Oriente antes de todo, fue entonces que llame al Duque Ergi para que nos ayudara.

>>Ese era el plan, debilitar antes de atacar. Sin embargo, me enamore de la emperatriz, todo cambio en ese momento y entre más pasaba con ella, la idea de la guerra se iba hasta el punto que le dije al Duque que ya se apartaba, que el plan termino. Yo extendí mientras podía mi estancia ahí para poder estar con Navier, esperando que me hiciera caso y bueno, tu sabes la historia.

Cordelia estaba analizando la situación. Se le había pasado la idea de la guerra, pero esperaba que de verdad no fuera cierto.

¿Cómo algo tan insignificante como el repentino interés en alguien puede cambiar una decisión tan importante? Pensó Cordelia.

Cordelia miro a McKenna que parecía estar entre nervioso y avergonzado ante la situación.

¿Qué debería hacer con esta información? ¿Sigue todo como esta después de saber eso? ¿Algún rencor por parte de alguien? Varias de esas preguntas rondaban por la cabeza de Cordelia hasta que se acordó de algo.

—Cuando el Duque Ergi le pago a alguien para que me hiciera daño —dijo Cordelia y antes de hacer la pregunta, McKenna interrumpe.

—El lo hizo por decisión de él, el Rey Heinrey le dijo que parara mucho antes de aquel suceso. —dice McKenna— Y creanos que nosotros no tuvimos nada que ver. Velamos por usted cuando nos enteramos de aquel incidente.

—Las palabras que dije esa vez fueron ciertas —dijo Heinrey.

—Le creo, solo que... —Cordelia parecía aturdida— me sorprende que el plan de una guerra pasara frente mío y no me di cuenta.

—No podemos tener todo controlado —dijo Heinrey.

Cordelia se levantó de la silla y miró a Heinrey. Sabía que no estaba mintiendo, su red mostraba que en estos instantes no hay signos de guerra del imperio de Occidentehacia el Oriente.

—Usted tiene mi confianza desde ahora. —dice Cordelia con una sonrisa— Yo ayudare en lo que necesite y haré lo que esté en mis manos para ayudarlo.

Heinrey y McKenna se sorprendieron ante lo que dijo Cordelia. Pensaban que iba a estar enojada, resentida o incluso iba a gritar ¿Pero esa reacción?

—¿No estas enojada o con algún resentimiento? —pregunta Heinrey.

—¿Por qué estarlo? Nadie es perfecto. —Cordelia en realidad estaba tranquila— Tu querías una guerra pero la detuviste por amor o por un capricho de una persona que, en ese momento, no podías tener.

—Capricho sería más certero —dijo McKenna.

—A lo que voy, es que no dañaste a ninguna persona inocente del imperio que me crío, lo único que te reprochare es haber traído a la persona que me hirió. —Cordelia suspiro— No todo es blanco o negro.

—Entonces ¿Estamos bien? —pregunta Heinrey corroborando.

—Estamos bien, pero no tientes a la suerte a la próxima, Rey Heinrey.

Cordelia da una reverencia y se va del lugar. Si bien era cierto cada palabra que salió de la boca Cordelia, decidió tomar un poco de distancia de ellos para procesar todo.

Lo que pasó en esa reunión, quedó adentro de la oficina de Heinrey, no podía decircelo a nadie, ni siquiera a sus hermanos.

Se fue a su habitación para pensar todo, se acostó en la cama y puso sus rodillas en su pecho, las rodeo con sus brazos y apoyo su cabeza mirando a la ventana.

La bastarda de los Trovi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora