Capítulo 4: Es toda mi vida

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Lo primero que hice al llegar después de dejar mis maletas en la habitación asignada fue reunirme con el rey y con la reina.

Revisé mi reloj sin sentirme molesta por la espera, ellos me habían citado pero después de media hora no aparecían.

Miré a mi alrededor observando una puerta además de la que era para entrar y salir que seguramente daba a un baño privado. La alfombra era de azul real bordada con el escudo familiar en hilo dorado, se veía tan elaborado que me sentía mal por pisarla. Las paredes estaban tapizadas en colores claros, los asientos frente al escritorio eran de cuero y madera, el escritorio de pura madera sin una sola mota de polvo descansando sobre la superficie, además de que había cuadros decorativos.

Me acerqué a dos en particular que estaban juntos, el de la izquierda tenía un amanecer con los colores alegres de un nuevo día por venir entre los frondosos pinos llenos de nieve del exterior, el nombre que estaba escrito abajo como sello del pintor era Frederick y el de la derecha mostraba un atardecer con colores más cálidos pero había cierto aire de misterio que me transmitía mucha más curiosidad, como si lo que se pudiera apreciar a simple vista no lo fuera todo, a pesar de que eran los mismos pinos que en cuadro anterior... fruncí el ceño, ¿Por qué estaba firmado como Klaus? Sabía el nombre completo del príncipe heredero, pero no comprendía por qué dos cuadros que parecían pintados por él estaban firmados de manera diferente y el mensaje que daban también lo parecía. ¿Tal vez podrían haber sido pintados en diferente fecha? ¿Tal vez tenía una visión diferente del mundo entre un cuadro y otro? Sacudí la cabeza, solo eran especulaciones sin sentido de mi parte.

Me aparté y me coloqué de frente a la puerta al escuchar ruidos de pasos aproximándose. Los reyes entraron por la puerta y se detuvieron cuando me incliné para saludarlos, al menos tuve la delicadeza de preguntar a la mujer que me trajo aquí cómo debía hacer eso antes de que se marchara.

La reina tenía el cabello oscuro y ya tenía algunas canas en el nacimiento frontal de su melena recogida en un elegante peinado, sus ojos eran verdes, un tono más oscuro que él que había visto en la foto del príncipe heredero y sus facciones se veían cansadas, su edad en los documentos era de 46 años, pero parecía mayor de alguna manera y estaba siendo apoyada por el rey quien tenía el cabello rubio pero sus ojos eran de un profundo azul que le quedaba bien a su rostro serio y demandante, era muy obvio que había pasado su vida dando órdenes y siendo obedecido, él tenía cincuenta y tres si no me equivocaba, las líneas de expresión en él rostro del rey eran más evidentes.

La reina sonrió ligeramente a mi saludo y correspondió con educación al igual que su esposo pero no hablaron hasta que él la ayudó a sentarse en su asiento, pero se quedó de pie a su lado. Algo en ese detalle hizo que mi corazón se llenara de emoción.

—Por favor, siéntate.— Dijo la reina, asentí y tomé asiento frente a ella, la silla era cómoda, pero yo me sentía internamente incómoda por estar frente a ellos.— Confío en que te han pasado los detalles de tu trabajo aquí.

— Si, su majestad.— Contesté.

— Acercarte a mi hijo no será fácil, pero es necesario que él no sepa que tienes que protegerlo. Yo trataré de ayudarte en la medida de lo posible.— Asentí.

— Klaus es impredecible y no le gusta sentirse controlado, por eso decidimos tomar este método.— El rey dijo. Asentí sin creerlo del todo, ¿Impredecible? ¿Un mujeriego?

—Solo las candidatas pueden acceder a ciertas partes del palacio y puedes estar más cerca de él en una situación de riesgo, incluso antes que su equipo de seguridad.— Continuó la reina antes de quedarse callada por un momento y tomar mi mano.—La vida de Klaus es más importante que la mía o la del rey, recuerdalo.— Sus ojos se llenaron de lágrimas pero no las derramó.—Él es toda mi vida, protegelo.

— Con mi vida, su majestad.—Sonreí tratando de tranquilizarla, pareciera que acababa de perder algo muy importante para ella. Había sido entrenada para dejar la vida en cada misión y si la muerte decidía reclamarme era solo mala suerte mía.

La reina asintió y sacó un pañuelo para limpiar sus mejillas. Salí momentos después siendo despedida por el rey por el estado de salud delicado de la reina en los últimos días.

Eso era evidente.

Caminé de regreso pensando en sus palabras. De alguna manera entre los trabajadores y los reyes, parecía haber sucedido un acontecimiento que los hacía ver bajo una especie de nube de pérdida.

El porque era un misterio.

Encontré la manera de regresar por mi misma, aunque debía de admitir que me perdí al menos dos veces, este lugar era demasiado grande, pero afortunadamente cuando llegué mis cosas ya estaban ordenadas en sus respectivos cajones a excepción de la maleta que había marcado con un claro letrero de no tocar. La puse sobre la cama y comencé a sacar todo el material que había traído.

No planeaba complicarme demasiado la vida, así que lo primero que eché a la mochila fueron diferentes tipos de rastreadores que planeaba colocar en el príncipe y sus cosas, el único problema sería acercarme lo suficiente.

Instalé las cámaras en mi habitación para estar prevenida en cualquier momento, sería un verdadero problema ser descubierta, así que los sensores de calor en la puerta no eran una exageración, una vez terminé todo lo indispensable que podía realizar en ese momento me lancé a la cama y cerré los ojos.

No debía de pensar en ese cuadro, pero mi mente no dejaba de divagar en ello.

No debía de sobrepensar las cosas, sobre todo no con una mente tan básica de un niño que creció toda su vida con una cuchara de diamantes sobre la cabeza sabiendo que se lo iban a dar todo eventualmente.

Frederick Klaus...

De alguna manera, ambos nombres, desentonaban juntos.

Misión: Proteger al príncipe, Contratiempos: Enamorarse. (I libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora