El desayuno era extenuante por decir lo menos.
Había llevado clases de etiqueta antes debido a las cenas importantes que siempre tenían mis padres. Eso no era complicado, saber qué tenedor usar o cómo comer solo me parecía un ritual por demás innecesario, pero tenía que seguirse.
El problema era tolerar al resto de las participantes.
Adeline Rossier, 19 años, sus padres eran duques en este país. Ella pelirroja y ciertamente con la belleza de una muñeca de porcelana fácilmente rompible, ella encabezaba mi lista negra en este momento.
- Marisse Milicent, ¿Tus padres no habían caído en bancarrota hace apenas un año? No sabía que ya permitían a la plebe entrar al palacio y aún más, que se convierta en candidata a reina.- Adeline dijo valientemente sin la presencia de nadie más en el comedor que nosotras. La familia real todavía no aparecía.
Moví con impaciencia la cuchara sobre mi plato.
- Mis padres... se están recuperando.- Dijo Marisse con la cabeza abajo y la voz apenas audible, su cabello rubio y piel pálida le daban aspecto de enferma.
- Y te enviaron a que termines de recuperarlos, ¿No? Si seduces al príncipe heredero, bien podría darte el valor de tu virginidad.- Otra participante, Ofelia Mondragon de cabello negro y ojos grises dijo con una sonrisa tranquila. Todo modales pero una lengua muy venenosa.
Sonreí para mí misma, este era un nido de víboras.
- ¿Y tiene siquiera? Probablemente eso fue lo primero que vendió su familia para evitar la calle.- Se rió Adeline.
- La virginidad ya no define tu valor.- Andriette Belmont, su piel bronceada por el sol, cabello castaño y ojos oscuros pero de una belleza exquisita dijo, mirándolas a todas antes de terminar su burla.- Si crees que eso define lo que vales, entonces no eres más que un pedazo de tejido pendiente de desgarrar.
No pude evitarlo, se me escapó una risa y le sonreí a Andriette, me gustaba su rudeza. Sin embargo, eso llevó la atención del ataque hacía mi dirección.
- ¿Y tú quién eres? - Preguntó Adeline.
Me recosté, ya venía siendo hora de dejar las cosas claras para que no me vieran como una participante que realmente quería el puesto de princesa heredera, mientras más rápido me dejaran lejos de sus intrigas, mejor podría trabajar.
- ¿Yo? - Me señalé.- Solo estoy de paso. Quisiera saber lo que se siente acostarse con un príncipe al menos una vez en la vida, pero quedarme con él es arrogancia.
- ¿Lo es realmente? ¿No considera que podría hacerla querer quedarse, señorita...Collins?
Abrí los ojos con sorpresa al escuchar ese tono de voz que solo horas antes había notado escondida detrás de un sillón en la sala del personal de seguridad del palacio. Me puse de pie apresuradamente como el resto de ellas y me incliné según el protocolo que había aprendido ayer en la noche, al levantar la cabeza me encontré cara a cara con el príncipe heredero y lo cierto era que las fotos no le daban suficiente crédito.
Cabello rubio pero su piel no era precisamente pálida, si no como si el sol de hubiera dado suaves pinceladas de color, sus ojos eran más claros en la foto y según creía el reporte decía que media metro ochenta y seis, pero él parecía medir aún más que eso. Además, también se había visto más delgado en la foto, este se veía con más músculo y su mirada a pesar de sus palabras era fría. Me quise abrazar a mi misma y retroceder a mis palabras, sentirme intimidada por esos ojos era algo que no pensé que pasaría.
- ¿Entonces, señorita Collins? ¿No piensa tomarse en serio esta selección? - Cuestionó.
No sabía que responder, las palabras se me quedaron atascadas por un momento hasta que escuché una suave burla cerca, solo las ganas de no perder por completo mi orgullo frente a la niña de 19 años fue lo que me impulsó a hablar.
- No soy tan arrogante como para monopolizar a alguien de tanta importancia.- Lo enfrenté.- Me conformo con poco, su alteza.
- ¿Prefiere un "acostón" a una corona? - Se acercó más, justo frente a mí, pero del otro lado de la mesa, puso una de sus manos sobre la superficie lisa y pasó la punta de sus dedos con gracilidad deliberada. Mi atención se centró en sus largos, delgados y muy sensuales movimientos, en conjunto con su mano que seguro era varias tallas más que la mía hizo que se me secara la garganta. Sin embargo, su pregunta me mortificaba, ¿En serio quería que la conversación fuera por ese rumbo en frente de todas? Tal vez solo quería avergonzarme para enseñarme una lección.
- Efectivamente, solo quisiera llevarme parte de la experiencia, pero sin terminar de cruzar el camino.- ¿Qué clase de tonterías estaba diciendo? Me quería morir.
Él sonrió.
- ¿Y hasta donde quisiera esa experiencia, señorita Collins? - Cuestionó.
- ¿Hasta dónde...? - Comencé a preguntar confusa.
- Me refiero, ¿Cuántos orgasmos quiere? ¿Cuánto quiere gritar? ¿Cuántas horas puede soportar? ¿Qué posición prefiere? - Sus ojos se oscurecieron levemente y se inclinó hacía mi dirección.- ¿Cuándo lo quiere?
Me reí, me reí nerviosamente mientras sentía que se me subía toda la sangre a la cabeza. Retrocedí y me marché, ya estaba. Necesitaba huir, necesitaba pensar.
Me interné por los pasillos con paso apresurado, pero de repente me vi jalada por la muñeca con brusquedad y luego mi espalda impactó contra la pared, mi mano subió por inercia para golpear pero esa también fue sujetada arriba de mí contra el tapiz. Ahora tenía los ojos más fríos que nunca del príncipe heredero frente a mi.
- ¿Tan impaciente ya? - Cuestionó y yo sacudí la cabeza. Las alarmas de peligro se activaron en mi mente.- Dígame, señorita Collins. ¿Es su pasatiempo jugar por ahí a coleccionar hombres con los que acostarse? - Apretó su agarre y jadeé.- Si usted no planea tomárselo en serio, yo tampoco. ¿Quiere acostarse con un príncipe e irse a casa? Hágalo entonces y en cuanto termine toma sus cosas y se va. No pienso perder más el tiempo de lo que ya lo estoy haciendo.
Me mordí el labio y las lágrimas picaron en mis ojos. Lo había arruinado todo, él estaba furioso y pensaba sacarme hoy mismo del juego. Mis padres me matarían y me castigarían como solían hacerlo cada vez que algo salía mal en una misión. No quería volver a la oscuridad. Debía de pensar rápido. Sin embargo, no tenía nada, nada excepto la verdad.
- No.- Lo miré directamente.- Lo siento, yo... yo solo quería evadir la atención de las participantes. No quiero estar involucrada en su lucha de poder y tampoco quiero ganar, fue... Fue una mala elección de palabras y me disculpo por ello, pero no me devuelva todavía. Mis padres me van a matar, por favor.- Lo miré suplicante. No podía ser despedida el primer día.- Es más, puedo ayudar y servir de espía, decirle lo que realmente piensan de su alteza sus candidatas a esposa.
Él me soltó y yo masajeé mis muñecas, dolían mucho.
- A su habitación, señorita Collins.- Ordenó antes de volver al comedor.
Me limpié la lágrima que se escapó y suspiré temblorosamente. Él me había convertido en un manojo de nervios en solo unos minutos.
No volví a mi habitación, si no a buscar a Adele en la sala de guardias. Llegué con paso apresurado y pasé la tarjeta abriendo la puerta, me alegré demasiado al verla dormida en uno de los sillones. Michael estaba ahí tecleando algo sobre su computadora portátil, me senté en otro sofá cercano y miré a la nada, no quería despertar a mi amiga para perder el control de mis emociones.
- Hoy tuve un mal día.- Murmuré rindiendome por fin a decirle a alguién lo mal que me sentía.
- Que bien.- Fue lo que dijo con aburrimiento.
- Ni siquiera me escuchaste.- Lo miré mal y él despegó la mirada para verme fugazmente.
- Lo hice.- Se puso de pie antes de marcharse.
Bufé viendo su espalda.
Hoy era el día para maltratarme.
ESTÁS LEYENDO
Misión: Proteger al príncipe, Contratiempos: Enamorarse. (I libro)
RomanceSinopsis El negocio familiar se trataba de proteger. Entrenaron a Angelique para eso, así que no le sorprendió ser enviada a un pequeño pero rico país a proteger a un príncipe que creía era un mujeriego sin mucho cerebro. Todo se complica cuando el...