Capítulo 24: Colapso

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- Piénsalo de esta manera.- Henrik dijo cuando llegué de correr por la tarde.- Ya no tienes que agobiarte pretendiendo ser una señorita de sociedad.

- No creo que sea eso lo que le preocupara.- Dijo Helle.- Hasta hace solo dos días todos pensaban que Angelique sería la elegida y de repente fue en realidad Marisse, no solo eso sino que ella anunció en sus redes sociales que está en espera de un niño, un escándalo detrás de otro y una ruptura, deberías de ser más considerado.- Ella me lanzó una sonrisa tratando de animarme pero solo lo empeoraba.

- Yo no me lo tomo personal, era lo que se suponía debía pasar desde un principio, ¿No es así? - Dije tratando de sonar ligera. Jens me pasó mi nuevo horario de guardia y lo verifiqué frunciendo el ceño.- ¿Diez horas, cuatro de descanso y de nuevo guardia?

Jens se rascó la cabeza luciendo apenado.

- El príncipe dice que si hay algún problema con el horario, presentes tu renuncia.- Dijo.

- Es un tirano.- Adele llegó y tomó mi hoja.- Tampoco tienes días de descanso en el próximo mes, solo dos en el siguiente.

- Esta bien.- Suspiré resignándome con rapidez.- Me lo merezco.- Me dirigí a mi nueva habitación para tomar un baño y presentarme a mi nuevo ritmo de trabajo, de cierta manera era bueno, mientras menos tiempo tuviera para pensar en él, menos sentiría que la depresión me ahogaba y si seguía mostrándome podría odiarlo con más facilidad.

***

Incluso pasando a la guardia casi de veinticuatro horas por día de Klaus Ostergaard no lo veía tan a menudo. Se la pasaba en su estudio o en su habitación, cuando salía me ignoraba de lleno y generalmente me mandaba hasta atrás. Mis padres decidieron retrasar su venida porque al parecer tenían asuntos más importantes que resolver, pero ya estaba replanteándome mi decisión de soportarlo. El cansancio estaba debilitando la capacidad de pensar con raciocinio.

Esto no se trataba sobre cuidar de mis deberes por sus órdenes, si no que estaba deliberadamente molestándome haciéndome montar guardia fuera de la habitación incluso aunque él mismo había salido llevándose a otro de los guardaespaldas a una cena con su nueva prometida y sus padres.

¿Estaba enojado conmigo? Era evidente, pero, ¿No se supone yo debería estar bajo las mismas condiciones? Él estaba esperando un hijo y eso me hacía sentir traicionada. ¿Habíamos sido algo realmente? Me dolía el pecho al pensarlo y quería salir de esta situación sin esperar lo que mis padres pensaran y en cuanto recibiera el permiso de mi jefe inmediato lo haría. Ya había presentado una carta para mi baja de la misión alegando motivos personales y con mucha suerte el proceso quedaría antes incluso de que mis padres o mi hermano se enteraran.

Si no procedía estaba dispuesta a inventarme una excusa de peso mayor que no sería tan difícil de conseguir aquí para justificarlo. Después de eso me planteé la idea de acceder a cuidar del jeque Árabe al que casi todos temían y muy pocos guardaespaldas podían soportar más allá de un par de años, pero la paga era tan estrafalaria que si lo ahorraba por unos cinco años podía renunciar a mi vida como personal de seguridad y buscar algo que realmente me gustara.

Al menos ya no tenía que seguir pretendiendo ser algo que no era.

Finalmente dejé los vestidos y me sentí más segura equipada hasta los dientes y con mi equipo de seguridad. Me mudé a la sala de jefes de guardias, adaptándome a la nueva modalidad.

Moví los dedos de mis pies en mis botas y estiré al menos dos veces las piernas doblandolas y extendiendolas cuando se me entumieron. Ya sin ningún príncipe azul cerca, solo un tirano.

Parecía que la época de luna de miel ya había desaparecido. Sonreí sola en el pasillo. ¿Por qué no me sorprendía viniendo de hombres de poder?

Llevé mi mano hacía el auricular. Estaba exhausta y solo la voz de un mudo podría ponerme de buenas.

Misión: Proteger al príncipe, Contratiempos: Enamorarse. (I libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora