Capítulo 3: El secreto del príncipe

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ARVID

Klaus estiraba el arco con la flecha mirando el objetivo con una seriedad que podría delatarlo a quien lo conociera lo suficiente.

Suspiré jugando con mi propia flecha, girándola sin mirar las plumas en color negro y rojo, sino más bien la punta. El filo no me intimidaba ni la posibilidad de morir. Después de todo, si el tiempo me iba a llegar, sería inevitable ir al infierno. Nadie podía escapar de su destino. Ni siquiera Klaus.

No podía decir abiertamente que este resultado para mí era el mejor desenlace de lo que pudo ser la ruina del país.

Klaus soltó la cuerda y la flecha dio justo en la diana. Sonreí de lado sin sorprenderme por ello y decidí abrir mi boca para distraerme más a mí mismo que a él.

—Hoy llegan tus últimas invitadas, tengo entendido —dije y él inclinó la cabeza hacia mí antes de tomar otra flecha—. Es la hija de un magnate hotelero.

Silencio de su parte.

—Klaus —dije en voz baja, esperando que nadie me escuchara—. Tienes que ser serio en esto, ya estaba decidido incluso antes de que...

—Lo sé —me interrumpió—. Solo no me interesa lo suficiente como para detenerme a pensar en ello más de lo necesario.

Me reí ligeramente antes de retroceder. Él era así.

—Tu hermano estaba muy entusiasmado por esto —dije picándolo y Klaus respondió dando otra flecha en la diana.

Frederick Klaus Ostergaard I

Frederick Klaus Ostergaard II

Dos gemelos nacidos con el mismo nombre y uno de ellos siempre dispuesto entre las sombras. Frederick era el mayor y Klaus el menor. No se suponía que estuviera aquí en el lugar de su hermano, pero en el atentado de unos meses atrás, donde se supone que el príncipe heredero solo fue herido superficialmente, había una tragedia escondida: Frederick estaba muerto y Klaus tomó su lugar.

Ambos gemelos fueron educados de la misma manera: para gobernar, solo que ambos sabían que Klaus era solo un sustituto para su hermano mayor. No podían viajar juntos ni pasar más del tiempo necesario pisando el mismo suelo por si sucedía un ataque; uno quedaría vivo para continuar la sucesión. No fue decisión de los reyes, eran las reglas del palacio y los nobles. No podía perderse el futuro del país solo así.

Klaus ingresó al ejército y posteriormente fue enviado al extranjero cuando comenzaron las sospechas sobre su rostro tan parecido al del príncipe heredero que cada vez aparecía más a menudo en los escándalos de faldas.

Retomar una vida que nunca se sintió como suya y pasar a través de los ritos funerarios en silencio debía de ser más importante para él que pensar en su futuro matrimonio, uno que hasta hacía un tiempo atrás pensó podía elegir a su tiempo y por sí mismo.

La reina estaba bajo una profunda depresión por la muerte de su hijo mayor, pero todavía podía mantenerse de pie para lo que debía realizarse y el rey... para nadie entre los nobles era ningún secreto que el más aliviado de que la situación fuera así era él. Para Ulrik, el verdadero orgullo del país era Klaus.

A simple vista nadie podría notar la diferencia, sobre todo si los gemelos no estaban juntos, pero Klaus tenía los ojos verdes con un tono más claro que el que solía tener su hermano. La altura y la personalidad... ahí era donde había un abismo de separación entre los dos. Donde Frederick había sido impulsivo, Klaus tenía una calma fría y lógica.

Eso cambiaría por completo las expectativas sobre cómo avanzaría la selección de la próxima princesa heredera.

—Es una verdadera lástima para las señoritas —Klaus sonrió con cierto cinismo—. Que mi hermano ya no esté.

Rodeé sus hombros con mi brazo.

—Mira el lado positivo, puedes tener a alguien que te espere todas las noches en vez de volver a una cama fría y solitaria —traté de convencerlo.

—¿Y qué hay de mi paz mental? —inquirió con una ceja levantada.

—¿Quién quiere paz mental en vez de sexo? —inquirí.

—Yo —se separó.

—He escuchado que ese término deja de existir cuando te casas —le dije.

—¿Cuál? ¿Sexo? —sonrió tomando otra flecha.

Sacudí la cabeza.

—Paz mental —contesté.

—El sexo desaparece al primer hijo —una voz femenina y divertida sonó a mi espalda. Me giré para encontrarme con la mirada amable de Anek, vistiendo un bonito vestido floreado con zapatos de tacón bajo. Su cabello era varios tonos más oscuros que el de su hermano, pero sus ojos verde bosque miraban con una sonrisa a Klaus. Cuando él se giró y sonrió por primera vez en todo el día con sinceridad, Anek corrió a sus brazos y lo rodeó con fuerza con los suyos. Los hermanos tenían muchos años sin verse, después de todo—. Me alegra mucho saber que estás bien, hermano —ella puso sus manos en las mejillas de él. Era un cuadro curioso porque el príncipe era bastante alto y ella algo baja—. Oh, Klaus, Frederick... —sus ojos se llenaron de lágrimas y estas cayeron. Él la sostuvo contra su pecho mientras la princesa lloraba.

Retrocedí dejando mis cosas y me interné dentro del palacio. Ambos necesitaban espacio y Anek había tenido buena relación con Frederick, después de todo.

Había un ambiente de cambio en el aire del palacio. Todos los que sabíamos sobre el secreto del príncipe y quién usaba la corona ahora éramos conscientes de que Klaus no se quedaría quieto. Él estaba para mover todo lo que hasta el momento se había mantenido descuidado por su hermano y muchos nobles no estaban contentos con ello. Después de todo, Frederick había sido fácil de manipular, pero este hermano no.

El cambio de poder siempre traía conflictos, pero mi lealtad estaba clara y llegaría hasta el final con él.

Misión: Proteger al príncipe, Contratiempos: Enamorarse. (I libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora