Capítulo 2: Elige tu vida

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Ser parte del negocio familiar no era nada divertido, ni tener veinte años. 

Me entrenaron desde que tengo memoria y no contentos con ello me obligaron a entrar al ejército después de mi hermano, ya que ellos llegaron a ser jefes antes de crear su propia organización.

Me deserté al menos tres veces antes de que entendieran lo mucho que odiaba el medio, pero ellos me hicieron entrar a su maldita empresa en lugar de ello y tomar misiones mientras terminaba mis estudios en instituciones civiles.

Odiaba todo esto y hubiera deseado cualquier otra cosa menos la vida que estaba viviendo. Había buenos momentos, eso no lo planeaba negar, pero no estaba satisfecha. Edward prometió dejarme libre en cuanto mis padres le dejaran la empresa, pero yo ya no quería seguir aguantando este estilo de vida. Me enfermaba, literalmente.

Me tomé mis pastillas para la gastritis crónica que me cargaba y obligué que el pingüino bajara por mi garganta, al terminar coloqué la basura en el cubo.

Estaba capacitada para cualquier tipo de situación, había pasado aceptablemente mis entrenamientos, por eso no entendía porque me habían dado una misión como esta. Protegiendo al príncipe de un país muy pequeño pero importante: Dimack. Sospechaba que de alguna manera había algo que mis padres se traían entre manos, probablemente pensaban crear más oportunidades de trabajo con mucha más remuneración, ellos solo pensaban en el dinero.

Sobre mi experiencia con hombres, mejor ni hablaba. Tuve que esconderme de mis padres porque no me lo autorizaron y a mis 18 años cometí un gran error enganchandome con el típico chico malo sin futuro ni nada más que una boca llena de mentiras. Mis padres nunca me lo perdonaron y hasta la fecha seguían reclamando eso, pero sin olvidar como invitaban a cada cena importante a sus amigos los oficiales retirados que tenían un hijo que era teniente en activo. Demasiado perfecto para ser real y además... nadie sabía mejor que yo la incapacidad de un militar de ser fiel. Estúpida no era y él tampoco me había engañado con eso, intentamos tener una relación el año pasado y fue un completo fracaso, pero mis padres no dejaban de insistir en que volviera con él, que si su hija era tan inútil como para graduarse de oficial, que mínimo se casara con uno.

De verdad era un fastidio.

— ¿Ya estás lista o necesitas que te cuente hasta diez? — Preguntó Adele tomando una foto de mi hermano y mía en un día en la playa. Estábamos distantes como siempre uno al lado del otro en un abrazo rígido.

Adele era mi mejor amiga, la conocí en el ejército pero ella sí terminó sus estudios ahí antes de solicitar pertenecer a la empresa de mi hermano. Ella trataba de tomar siempre que podía misiones en conjunto con él, para todos a excepción de mi hermano era muy obvio que ella estaba perdida por Edward, pero solo le quedaba observar en silencio mientras él miraba a todas excepto a ella. No comprendía porque de todos los hombres él, pero ella solo podía llegar a una respuesta.

Eventualmente esperaba que recapacitara y se enamorara de alguien que no fuera mi hermano, yo a él no le veía esperanza alguna más que ser el soldadito perfecto de nuestros padres, ¿Tenía siquiera metas? ¿Deseos? Era discutible.

Cerré mi maleta y bajé la mirada, llevaba un vestido azul celeste que llegaba solo unos centímetros arriba de mi rodilla con una chaqueta blanca y tacones a juego, como toda niña rica básica sin sentido del gusto, pero fue una sugerencia enviada por mi madre y no tenía energía para pelear por ello. Mi cabello estaba suelto a mi espalda.

Adele vestía de negro con pantalones de combate, botas y el cabello recogido en un cola fija sin un solo cabello rubio fuera de lugar. Me acerqué a ella y le arrebaté el cuadro.

— Trata de babear menos sobre la imagen de mi hermano.— Me burlé colocándolo boca abajo para no verlo y ella sonrió de lado antes de ir hacía la puerta.— ¡¿No vas a ayudarme con las maletas?!

Misión: Proteger al príncipe, Contratiempos: Enamorarse. (I libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora