Me reincorporé a mis actividades diarias al término de la semana para darme cuenta de que mi horario tenía mucho más sentido que al principio y tenía dos días de descanso a la semana. Mi estado de salud mejoró y me sentí mejor procurando mi alimentación junto a las vitaminas, volví a mi rutina de ejercicio por las mañanas pero tenía que admitir que después de correr hasta cierto punto en la propiedad me detenía dónde empezó todo entre Klaus y yo para dormir con el sonido de la naturaleza a mi alrededor, tomándome mi tiempo antes de regresar a la realidad.
Al volver a ver a Klaus no dijo nada ni preguntó por mi salud o lo que fuera, como si no le interesara (y muy seguramente no lo hacía) pero terminé aceptandolo sin más. No pensaba esperar algo de él, porque ya no había nada entre nosotros.
Era mejor que lo comprendiera antes de hacerme más daño.
Está mañana me tocó estar presente como seguridad en el desayuno. Así que mantuve mi rostro sereno, las manos detrás de mí en posición de descanso y me mantuve atenta a cualquier señal de peligro pero era inevitable no escuchar la conversación de la reina y Marisse.
- ... Revisando los vestidos de novia, su majestad y todos son preciosos, todavía no puedo determinarme por uno.- Ella decía con una sonrisa delicada hacía la reina. Marisse llevaba un vestido verde menta que ya no disimulaba el pequeño bulto en su abdomen y la vista de ello me hizo sentir bastante incómoda.
- Puede elegir dos y usarlos en diferentes momentos de la ceremonia, señorita Milicent.- Le respondió la reina con amabilidad y miró a su hijo.- ¿Qué hay de tu vestimenta, Klaus? ¿Está listo?
Klaus estaba revisando documentación en la mesa, era descortés pero la reina pretendió que no y se reservó cualquier comentario cuando su hijo los sacó.
- Pregúntale a mi secretaria.- Él respondió con indiferencia, casi sonreí por ello. No era la única que tendría que sufrir por su lengua.
Marisse frunció el ceño.
- Al menos pretende que te importa.- Le dijo lanzando un ataque directo al príncipe.
- Es que no lo hace.- Klaus levantó su mirada hacía ella.- No todos tenemos habilidades de actuación tan buenas como la suya, señorita Milicent.
- Fred... ¡Klaus! - La reina le dió un golpe en la mesa.- Compórtate.
Klaus sonrió hacía su madre con burla silenciosa antes de volver su atención a los papeles. De nuevo, todo permaneció en silencio y los empleados aprovecharon para retirar los platos para proceder a servir el postre.
La reina y Marisse comenzaron a probar pero pude ver qué Klaus no tocó el suyo en absoluto, por supuesto que no fui la única en darse cuenta.
- ¿No come, su alteza? - Preguntó Marisse.- Es refrescante.
- A Klaus no le gusta el sabor de la naranja.- La reina comentó sin mirar a su hijo.
- Pero es una pena desperdiciarlo.- Marisse dijo.- Es el antojo que más he tenido pensando que sería por su alteza, pero me entristece que no le guste.
Si pudiera poner los ojos en blanco...
- Señorita Carswell.- La voz de Klaus me sacó de mis pensamientos.
- Ordene, su alteza.- Lo miré.
- Cómaselo.- Él dijo, señalando el postre.
- Su alteza, no creo que sea apropiado.- Respondí, seguramente solo era para que Marisse se enojara más con él y no quería ser su juguete de provocaciones.
- No fue una pregunta, agente.- Klaus dijo con voz autoritaria. Temblé ligeramente sintiendo que ya no tenía la capacidad para ponerme en contra y me acerqué, tomé el postre de naranja de sus manos sintiendo un cosquilleo en mis dedos cuando rozaron con su piel, pero como siempre yo fui la más afectada porque él no hizo ninguna expresión ante ello.
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Misión: Proteger al príncipe, Contratiempos: Enamorarse. (I libro)
RomanceSinopsis El negocio familiar se trataba de proteger. Entrenaron a Angelique para eso, así que no le sorprendió ser enviada a un pequeño pero rico país a proteger a un príncipe que creía era un mujeriego sin mucho cerebro. Todo se complica cuando el...