Epílogo

1.2K 71 4
                                    

- Me haces sentir nerviosa.- Desvié la mirada ante los ojos de mi esposo, que no despegaba su atención de mi cuerpo. Viveke también me convertía en el centro de su mundo aferrándose con sus pequeñas manos a mi cuerpo mientras succionaba su alimento a través de mi pecho al descubierto.

Me había alejado por un momento de la ceremonia de boda hacía una de las habitaciones aparte para poder alimentar a nuestra pequeña, pero Klaus me había seguido todo el camino hasta aquí y no se había movido, ni respondía a mis llamados a que continuara en la ceremonia sin mi.

- Si te quedas mucho tiempo, sabes que van a estallar las ideas amarillistas.- Sonreí hacía él y Klaus levantó una ceja.

- ¿Cómo qué tipo de ideas? - Preguntó acercándose a mí y colocando una rodilla en el suelo para sostener mi tobillo que dolía por haber estado de pie tanto tiempo, usando los tacones que complementaban el vestido. Klaus eliminó el seguro de la zapatilla y me la quitó para pasar sus manos a través de mi planta y el dorso, realizando un masaje con una técnica en la que se había vuelto experto. Suspiré de gusto inclinando la cabeza hacía atrás.

- Ideas de que su majestad él rey nunca deja un momento a solas a la reina.- Respondí con un tono de voz bajo, utilizando argumentos que ya habían usado anteriormente.

- Siempre he estado de acuerdo con la libre expresión de mi pueblo.- Klaus dijo depositando un suave beso en la cara interna de mis tobillos antes de tomar mi otro pie para comenzar el mismo procedimiento.- Y no dicen más que la verdad.

Me reí nerviosa por sus acciones y me sentí de nuevo como cuando tenía veinte años, casi podría recordar la adrenalina de haberlo hecho enojar cuando era un príncipe en un desastroso desayuno y desde ese momento el comienzo de nuestra historia. Ahora éramos mucho más maduros y no tan impulsivos por la larga lista de responsabilidades que teníamos. Había veces en que él viajaba y yo también, logrando que fuera imposible vernos por ciertas temporadas de tiempo, pero de alguna manera el fuego no se había apagado en todos estos años y era mucho más evidente en nuestros reencuentros. Así, cuando lo veía, seguía sintiendo ganas de saltarle al cuello, porque con cada año que pasaba se me hacía mucho más guapo. Ahora que Klaus tenía treinta y siete años y había unas ligeras líneas de expresión en su rostro delatándolo, no dejaba de entusiasmarme al verlo a él o sus hermosos ojos que me tenían totalmente cautivada.

Klaus terminó de masajear y llevó sus manos por mis pantorrillas, acariciándome con lentitud premeditada hasta llegar a mis muslos que se habían quedado desnudos porque él estaba levantando mi vestido, los apreté alrededor de sus manos y le lancé una mirada de advertencia pasándome a nuestra hija al hombro después de que terminara y dándole palmaditas en la espalda para que sacara el aire.

- No te atrevas.- Le dije, advirtiéndole con la mirada y Klaus puso expresión de inocencia.

- ¿Sobre qué? - Me quitó a nuestra hija cuando terminé y se incorporó hasta ir a la puerta donde esperaba su niñera, se la entregó antes de volver conmigo. Me puse de pie, tratando de huir y me escude detrás de uno de los sillones. Mis pies descalzos sentían la suavidad de la alfombra negra de la sala, recordándome que no podía huir de la habitación sin zapatos.

- No te atrevas.- Lo señalé, repitiéndome.- Frederick Klaus Ostergaard, ni se te ocurra hacer lo que tienes en mente. El peinado de esta noche me costó dos horas y elegir este vestido todavía otras dos, así que no se te ocurra... ¡Ay! - Klaus saltó de un solo movimiento y tan rápido el sillón que no pude registrarlo a tiempo antes de que me atrapara entre sus brazos y me levantara sobre uno de los muebles que le quedaban a la altura. Se colocó entre mis piernas y sonrió presionando su erección contra mí.

- Tardaste más en protestar que en quedar enredada, mi reina.- Él dijo contra mis labios y yo traté de alejarlo, pero ya estaba reaccionando a su toque. Klaus bajó los tirantes de mi vestido, dejando a la vista mis pechos y sentí que las mejillas se me calentaban por su atención.

Misión: Proteger al príncipe, Contratiempos: Enamorarse. (I libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora