Capítulo 39

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Jo


Hace tiempo que no la pasaba tan bien un fin de semana. Solo Mariza y yo, olvidándonos por completo de que su padre pudiera estar furioso por lo que hicimos la noche del viernes. Y solo fue eso, pasar el rato, bailar, ver películas y charlar sobre cosas que jamás nos habíamos dicho antes. Desearía otro fin de semana así.

—De verdad no quería que estos días terminaran —menciona ella mientras guarda sus cosas.

—Yo tampoco. Pero creo que es momento de... hablar con tu padre.

—Más bien enfrentarlo —admite y yo solo asiento—. Dilo de esa manera, no me molesta.

—De solo pensarlo solo sé que debo de guardar la calma. No quiero ponerme nervioso en cuanto lleguemos.

—Todo saldrá bien, te lo aseguro.

Es domingo por la tarde-noche, salimos del pent-house de David para regresar a nuestra realidad, por no decir que era momento de enfrentar al señor Luciano, tal y como lo ha dicho Mariza. Y aceptar las consecuencias de haberme «robado» a su hija.

—Es momento de tomar al toro por los cuernos —dice y la veo un poco sorprendido.

—De acuerdo, no me esperaba que dijeras eso —digo mientras nos preparamos para subir a la motocicleta.

—Hay que hablar con la verdad.

No digo algo más y emprendimos nuestro camino a casa del señor D'angelo.

Llegamos a la residencia que se encuentra en Calabasas y podía sentir cómo mi corazón latía a gran velocidad. Ni en la primera vez que visité esta casa me sentía de tal manera. Hoy es un sentimiento peor. Pero qué va, por peores situaciones he pasado y sigo vivo.

Sin embargo, después de las cuatro horas más largas de mi vida, salí ileso de allí y fui al departamento con los chicos. Ahora me siento como un hombre nuevo, algo así como cuando salí de rehabilitación la segunda vez.

Justo en el momento que abro la puerta, Deryck y Pete se acercaron a mí.

—¡Amigo, qué bien que llegas! —expresa Pete y me abraza—. Me alegra verte vivo y sano.

—Sí, bueno, les había avisado en dónde estaría —les digo y caminamos hacia la sala.

—Lo sabemos, pero el que nos hayas dicho que irías a casa del padre de Mariza, después de lo que hicieron, nos preocupamos —menciona Deryck y los tres tomamos asiento en el sofá.

—Oye, créeme que estaba más preocupado por no haber escrito un testamento antes de morir en cuanto entrara a esa casa. Pero... salió mejor de lo que pensaba.

Los dos me vieron con curiosidad. Y por difícil que sea de creer, tuve una charla muy amena con el padre de mi novia.

—De acuerdo, creo que tienes mucho qué contarnos sobre tu visita a tu «suegro» —dice Pete mientras se reacomoda en el sofá más pequeño, Deryck y yo en el más grande.

Frenesí [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora