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Rhaenyra en su primer parto había logrado traer a la vida a dos bebés: El primero en llegar había sido el príncipe Jacaerys, un varón que había llorado con toda la fuerza que sus pequeños pulmones le permitían y tan sólo ocho minutos después llegó una niña más que pequeña que el varón, la princesa Laenaerys.

Ambos niños, con excelente salud y belleza, habían sido recibidos con mucho amor, aunque no poseían ni un solo  rasgo parecido a su madre o a su padre.

La gente murmuraba sobre los dos pequeños niños y la dudosa paternidad, pero nunca nadie lo hacía en voz alta. Y quién se atreviese a hacerlo, seguramente se encontraría frente a frente con un dragón o la lengua cortada.

Mientras Jace y Laena crecían, Aemond su hermano menor también lo hacía.
La princesa Rhaenyra había encontrado un desafío en poder ganarse el cariño de aquel pequeño que ya contaba con ocho años, cosa que con Aegon y Helaena jamás sucedió; había intentado todo lo que su dulzura, paciencia y experiencia como madre le permitía, pero había sido en vano, si bien Aemond no era un niño descortés, no era afecto a ella, y ella sabía muy bien porque. Claramente no tenía la intención de obligarlo a quererla, pero si quería hacerle saber que era su hermana mayor y siempre podría acudir a ella. 

Confiaba en que su igualdad en edad a Jace y Laena lo volvieran unido a ellos y formarán una hermosa hermandad. Pero eso estaba un poco distante de ser una realidad... aunque había una chispa de esperanza que se encendía con su pequeña Laena;  si alguien podía ganarse a un niño como Aemond seguro sería ella. 

La alegría del reino, así la llamaban. Puesto que era la niña más sonriente y alegre que existía, a pesar de que se apenaba con demasiada facilidad, no era nada más que pura nobleza y bondad, iba por todo el reino repartiendo su ternura y curiosidad.

Ganándose fácilmente el afecto de las personas, incluso de los guardias reales tan imponentes e inexpresivos que protegían la fortaleza, a excepción claro de Ser Criston Cole, quién realmente la hacía sentir intimidada. 

Laena, era una niña hermosa en todo sentido. Le preocupaban las personas y estaba dispuesta a ayudar, pero sobre todo siempre estaba dispuesta a aprender algo nuevo. 

Alguna que otra vez escuchaba comentarios despectivos sobre su persona, pero con la inocencia de su edad pasaban desapercibidos por ella.

Le gustaba pasar tiempo con su tía Helaena, siempre y cuando la reina lo permitiera, pues solía encerrar a su pobre tía en sus aposentos sin razón alguna, no entendía porque siempre parecía estar castigada cuando era una niña tan buena. Incluso ella que a veces era un poco más que traviesa nunca había sido castigada de esa manera; igualmente se las arreglaba para visitar a su tía o bien, su madre, la princesa Rhaenyra acudía al rescate de su tía Helaena.

De vez en cuando, volvía locas a las doncellas, que la querían obligar a usar vestidos todo el tiempo, claro que a ella le encantaban, pero la ropa de Jinete era su favorita. Ella jamás había montado a su dragón, pues Moonlight aún era muy pequeño, pero sin duda alguna era más fácil trepar árboles con un pantalón que con un vestido. 

Ella consideraba que tenía una tarea muy importante, ganarse a su tío Aemond. Tarea que no era una obligación impuesta por nadie, más que por ella misma.

Su madre le había dicho una vez cuando era aún más pequeña que debía llevarse bien con él y ser su amiga, sin embargo por más que se esforzaba, nunca lo lograba completamente. 

—Está bien Laena, si Aemond no quiere jugar entonces puedes hacerlo con los demás. —decía su madre, para después besar su frente. 

Pero ella era Laenaerys Velaryon y no se rendiría tan fácilmente, era terca por naturaleza y además, Aemond le gustaba y quería poder gustarle a él. Lo cual, a veces la irritaba, pues no entendía porque a veces parecía haberlo logrado y días después, ya no. 

Hurricane || Aegon Targaryen || Laenaerys Velaryon  💖🐉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora