Capítulo 32

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Laena había recibido una carta extensa de Desembarco del rey, aunque con un mensaje claro, debían volver.

— ¿Qué sucede? — preguntó Arra mientras acariciaba la mejilla del pequeño Rickon qué estaba pegado a su pecho.

— El rey ha enfermado, mi hermana menciona que no se ha levantado en días de la cama — murmuró.

Laena miraba a Aegon intentando seguirle el ritmo a los hombres del norte, aquello casi la hacía reír. Su esposo era diestro con la espada, era algo que simplemente no se podía negar, después de todo era un príncipe y aunque más a la fuerza que con ganas había logrado sus lecciones; le faltaba tal vez otro verano de entrenamiento con Daemon para ser un verdadero espadachín.

— ¿Y eso no te preocupa, dragoncita?

La castaña volvió su mirada a su amiga, nunca habían existido los secretos entre ellas por lo que respondió con sinceridad.

— Me preocupa todo el desastre que está dejando en el reino. La manera en que hace todo aún más difícil para mi madre, la confianza que deposita en su Mano y como expuso la vida de Aegon; sigo molesta con él.

Arra dio un asentimiento de cabeza, acomodándose en su asiento.

— No es solo eso lo que te hace estar molesta con él.

— No, me molesta lo débil que ha sido, esa debilidad... que parece ser me heredó.

— Laena, no — Arra intentó moverse pero Rickon soltó un sollozo, por lo que la princesa extendió su mano tomando la de ella —. No digas eso, eres la persona menos débil qué conozco.

Un golpe en seco las hizo girar al mismo tiempo hacia los hombres que reían de los tontos qué estaban en el suelo, el príncipe platinado y Cregan.

— Viste morir a tu padre — dijo la pelinegra volviendo a su conversación —. Y terminaste con él hombre que lo mató, perdiste a tu padre verdadero, te interpusiste entre tu madre y la reina, te enfrentaste a una loca por tus hermanos, has desafiado al rey mismo, tuviste la pérdida de un hijo y has sobrevivido, ¿dónde está tu debilidad?

La castaña no pudo evitar mirar a Aegon.

— ¿Sabes cuantas oportunidades he tenido de matar al patizambo? — preguntó volviendo la mirada hacia ella, viendole directo a los ojos.

— ¿Y cuántas de esas veces habías tenido algo que perder? — la cuestionó su amiga mirando a su vientre.

Laena había pensado que... no importaba que sucediera con ella, si moría estaba bien porque estaba lista para ello; después de todo su madre tendría a Jace, quien era el heredero perfecto y a su vez, Jace tendría a Helaena. Sus pequeños hermanos aprenderían también a lidiar con su ausencia, pero ahora todo había cambiado. Aquellos ojos violeta habían transformado toda su oscuridad en luz de sol. Aegon había tomado cada uno de sus pedazos rotos uniendolos a los de él, haciéndolos uno solo. Un solo corazón. Una sola alma. ¿Cómo podía uno simplemente arriesgarse a perder eso?

— ¿Sabes, Laena? siempre has pensado qué vas a morir. Eres imprudente y te lanzas al peligro como si fueses un gato con siete vidas, pero no lo eres y tu vida importa, no tienes porque hacerlo todo siempre tu sola — escupió Arra.

Laena dejó escapar una pequeña risita.

— Aegon me dijo algo parecido, entendí muchas cosas en ese momento lobita, cuando lo vi tomar una espada, cuando lo vi herido... sentí lo que él sintió, yo, no puedo perder esto.

Aquello lo había dicho con una enorme sinceridad, nunca se había sentido tan asustada como cuando vio a Aegon en un duelo, aquella sensación de pánico no le eran tan familiar y las veces que se había sentido asustada mi se asemejaban ni un poco a esa ocasión.

Hurricane || Aegon Targaryen || Laenaerys Velaryon  💖🐉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora