[ 𝙋𝙃𝙊𝘽𝙄𝘼 ] 𝘵𝘦𝘮𝘰𝘳 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘴𝘰 𝘦 𝘪𝘳𝘳𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘭, 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘳á𝘤𝘵𝘦𝘳 𝘦𝘯𝘧𝘦𝘳𝘮𝘪𝘻𝘰, 𝘩𝘢𝘤𝘪𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢, 𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘰𝘴𝘢 𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘴𝘪𝘵𝘶𝘢𝘤𝘪ó𝘯.
Tokyo se vació en menos de un minuto tras el apag...
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— Veo que hoy estás acompañada.
El sonido repiqueante del reloj creaba un ambiente tenso, más aún de lo que era. Kuroiro estaba completamente seria, gesto imitado por la paciente. No apartaban la mirada de la otra, inconscientemente Minhee desafiando a la psiquiatra. La especialista había aprendido a tratar con sus extraños impulsos de superioridad, y conocía a la sociópata como la palma de su mano.
— Se llama Chishiya — dijo. Recordaba haber oído algo sobre él en sesiones anteriores—. Me ha pedido ser su novia.
— ¿Y qué has dicho?
— Que primero debía saberlo todo — por la pequeña ventanita de la puerta, la psiquiatra podía ver al chico sentado en la salita de espera con tranquilidad—. Quiero que hables con él. Que le digas lo que me dijiste a mí.
Había varias opciones. Minhee había mejorado increíblemente rápido después del accidente, aunque un trastorno así la acompañaría durante un muy largo tiempo. Los pacientes con un grado como el suyo tendían a mejorar con los años, creaban familias y podían llevar una vida en sociedad tranquila. Si, en cambio, empeoraba, no habría mucho que hacer. Su caso era el primero, por suerte, aunque se daba el beneficio de dudar de las intenciones de la chica cada vez que hablaba.
— ¿En qué trabaja? — musitó algo sobre medicina—. Dile que pase.
Así fue. Se levantó con tensión, abrió la puerta y le hizo un gesto. Algo nervioso, pasó y se sentó en la silla contigua a la de la coreana.
— Buenos días — saludó—. Chishiya, ¿cierto? Minhee me ha comentado que habíais acordado hablar conmigo acerca de su trastorno.
— Ella lo propuso, realmente — aquello alegró a Kuroiro—. No cree que sea una buena idea que estemos juntos.
— Te lo he dicho muchas veces — murmuró Ahn—. No es conveniente.
— Y yo te he dicho muchas veces que soy lo suficientemente estable como para no tener esos traumas que tú dices.
— Eso es lo que tú te crees.
— Bueno, hasta el momento no he huido de ti — ironizó.
¿En qué momento aquella sesión se había convertido en terapia matrimonial? La extranjera apretaba las manos a sus lados manteniendo la calma, aunque él estaba plenamente relajado. No conocía a detalle a aquel hombre, pero simplemente su manera de comportarse indicaba que era de esos que no perdían los nervios ni aún estando a punta de pistola.