75.

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-¿Seguro que quieres quedarte aquí?- preguntó Aemond bajando de Vaghar sin dejar de mirar la antigua cabaña de Aegon.

Asentí.

Me humedecí los labios y caminé hasta abrir la puerta, intentando ignorar lo asqueada que me sentía conmigo misma en aquel momento.

-Lyanna yo…

-Necesito quedarme sola- me giré para mirarle- y que lo que has visto quede solo entre nosotros.

Me mordí el interior del labio intentando no mostrar debilidad.

-Lyanna- caminó hacia mí y yo retrocedí asustada provocando que él dejara de caminar de golpe.

-Porfavor…-dije en un hilo de voz- necesito estar sola.

Se llevó una mano al pelo y resopló sin saber muy bien qué hacer, pero mientras él se lo pensaba yo entré en la cabaña y cerré la puerta rompiendo en llanto.

Me deshice del vestido ensangrentado, escuchando como Vaghar alzaba el vuelo, y me alejé de la puerta completamente destruida.

Quería desaparecer, irme lejos y jamás volver.

Quería morir en aquel preciso momento y no tener que volver a revivir lo que había pasado en la Fortaleza Roja.

Me dirigí a la cama y hundí la cabeza en la almohada aún llorando con fuerza. Me dolía el cuerpo, el alma y la mente.

¿Cómo había podido hacerme eso? 

Me hice un ovillo en la cama aguantando las náuseas y me cubrí el cuerpo con las sábanas.

Y ahora le había matado…¿En quien me estaba convirtiendo? ¿Dónde estaba la verdadera Lyanna?

Me temblaba el cuerpo, ¿Que había hecho yo para que él abusara de mi? ¿Acaso había malinterpretado algún comportamiento mío? 

Miré hacia la ventana casi incapaz de ver algo a causa de las lágrimas y sollocé al ver la estrella que me recordaba indudablemente a mi madre.

Casi inconscientemente me levanté de la cama cubriendo mi cuerpo con la sábana y me acerqué al cristal posando mis dedos sobre el.

-Mamá…-lloré- te necesito tanto…

Agaché la cabeza y cerré los ojos intentando controlar mis temblores.

¿Había sido culpa mía por creer que casándome con Jace solucionaría algo?

Me abracé volviendo hacia la cama para volver a hacerme un ovillo. Incapaz de frenar mi ansiedad ni las lágrimas que amenazaban con acabar conmigo.

Pero entonces escuché como la puerta se abría lentamente.

-No puedo irme.

Aemond cerró la puerta y caminó hasta sentarse en una silla no muy alejada de la cama.

-Tendría que haber llegado antes, que haberme dado más prisa..-se quedó en silencio al escuchar mi llanto y resopló con fuerza- ha sido culpa mía, tendría al menos que haberle matado yo y no ensuciar tus manos tú.

Me incorporé sin apartar mis manos de la sábana y apoyé mi espalda en la pared para centrar mi mirada en la suya.

-Era mi esposo- me encogí de hombros incapaz de hablar sin romperme- supongo que en algún momento debía de pasar.

Él me miró con atención y se llevó las manos al pelo sin saber qué decir ni qué hacer para consolarme.

-Voy…voy a prepararte un baño- se puso de pie mientras yo continuaba mirándole- y me iré para dejarte tu espacio.

-No quiero que Aegon lo sepa.

Aemond dejó de caminar y se giró para mirarme.

-No lo sabrá si eso es lo que quieres, pero en algún momento deberás volver a Antigua y entonces tendrás que dar explicaciones de porque has estado alejada.

Absorbí por la nariz viendo cómo se concentraba en prepararme el baño.

-¿Fue por el vestido que llevaba?- pregunté entre lágrimas-¿O crees que simplemente malinterpretó algo que dije o hice?

Aemond esta vez caminó hacia mí al escucharme decir aquello, pero frenó en seco al ver como yo abrazaba mis piernas y comenzaba de nuevo a temblar.

-Los hombres somos muy simples, Lyanna- suspiró girándose de nuevo al darse cuenta de que era mala idea acercarse a mí- cuando nos enamoramos de una mujer queremos que sea exclusivamente nuestra, que nadie más la mire, ni la toque,que su primera vez solo sea con nosotros, y evidentemente eso aumenta cuando esa mujer se convierte en tu esposa.

Se aclaró la garganta.

-Él sabía que tú te acostabas con Aegon y eso en el ego de un hombre hace verdaderamente daño, por eso supongo que te forzó- dijo incapaz de mirarme- somos así de simples y de crueles.

Agaché la cabeza intentando asimilar todo mientras escuchaba como él llenaba la bañera dando por finalizada nuestra conversación.

-¿Puedo ver lo que escondes bajo el parche?

Levanté la cabeza viendo cómo Aemond me miraba con el ceño fruncido.

-Porfavor muéstrame algo que me haga quitarme la imagen de Jace de mi cabeza- le supliqué entre lágrimas.

Él se humedeció los labios, pero no dijo nada, simplemente se quitó el parche ante mi atenta mirada que intentaba centrarse solo en lo que escondía.

-Sé que no es agradable de…

Pero se quedó en silencio cuando me vio levantar de la cama y caminar hacia él hasta posicionarme en frente.

-Es un Zafiro-se explicó esquivando mi mirada- algo que se asemeja al color de mi otro ojo.

-Es maravilloso-confesé haciendo el amago de tocárselo, pero viendo con asombro como él daba un paso hacia atrás rechazando mi contacto.

-Yo no lo calificaría como maravilloso- me señaló la bañera cambiando de tema de inmediato mientras se volvía a cubrir el ojo- ya puedes bañarte.

-Aemond…

Pero no terminé la frase, se alejó de mí y salió de la cabaña dejándome de nuevo sola.

Así que sin soltar mi por un instante mi sábana me introduje en aquella bañera y cerré los ojos.

¿De dónde iba a sacar las fuerzas suficientes para volver a Antigua sin romperme en el intento?

La chica del antifaz// Jacaerys Velaryon & Aegon Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora