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Los días pasaron, pasaron con gran pesar y angustia para Daemon que rezaba todos los días esperando ver a su hija abrir los ojos.

Se arrepentía, muy dentro de él se arrepentía de todo el tiempo desperdiciado con ella. ¿Por qué había sido tan cabezota? ¿Por qué no había aprovechado cada instante junto a ella?

Agarró su mano y la acarició intentando controlar sus emociones. Aquella muchacha que parecía dormir plácidamente en su cama era hermosa y valiente, y le recordaba a él en su rebeldía casi incontrolable. ¿Hasta dónde hubiera llegado él por Rhaenyra? ¿Acaso podía juzgarla?

Él hubiera hecho lo mismo por la persona a la que amaba aunque ella fuera del bando equivocado.

Se detestaba por ello, por haber hecho que ella sufriera tanto, desde pequeña ya tuvo que vivir separada de él y él la había vuelto a castigar de la misma manera.

-¿Puedo pasar?- preguntó Helena abriendo ligeramente la puerta.

Daemon la miró desde el rabillo del ojo y asintió con cansancio.

-Si has venido para quedarte aprovecharé para ir a comer algo-Daemon se puso de pie y le cedió su asiento a Helena que no tardó en ocuparlo con el rostro lleno de preocupación.

En cuanto Daemon salió cabizbajo por la puerta, ella desvió la vista hacia Lyanna.

Acarició su mano e intentó ignorar el nudo de su garganta.

-Aun no tengo noticias de Rhaenys- dijo en un hilo de voz- y tengo miedo de que cuando despiertes y preguntes por ella no sepa qué decirte.

Helena agachó la cabeza y miró como Aemond entraba en la habitación.

-Aún no se nada sobre el paradero de Aegon- dijo él con la mirada clavada en Lyanna.

Caminó hacia la cama y la rodeó quedando justo en frente de Helena, para así agarrar casi inconscientemente la mano de la muchacha.

-¿Aún no ha dado señales de…

Y Aemond tuvo que quedarse en silencio cuando con su único ojo pudo ver cómo Lyanna le observaba detenidamente, casi como si le viera por primera vez, con los ojos bien abiertos y clavando sus pupilas en él.

-Que apuesto…-susurró.

Helena se puso rápidamente de pie y salió de la habitación en busca del gran maestre, en cambio Aemond se quedó quieto, casi sin poder respirar.

¿Había dicho apuesto?

Sintió como la mano de ella se aferraba a la de él y cómo sus ojos aún le observaban.

-¿Te parezco apuesto?- preguntó él intentando ocultar la sonrisa que se asomaba por su rostro.

Pero ella no contestó, continuó mirándole, y al final suspiró al mismo tiempo que Aemond soltaba su mano con nerviosismo cuando el gran maestre acompañado de Helena entraron en la habitación.

-Princesa- el gran maestre chaqueó los dedos llamando la atención de la muchacha.

-¿Dónde estoy?- preguntó ella incapaz de apartar la mirada de Aemond.

-Estás en la Fortaleza Roja- dijo Helena tocando el brazo de Aemond para llamar su atención algo molesta- deberías ir a buscar a Daemon.

Pero él continuó quieto durante un segundo, incapaz de comprender porque las primeras palabras de Lyanna habían sido esas.

Se humedeció los labios y al final salió de la habitación caminando a paso acelerado.

-¿Quiénes sois?- preguntó de nuevo la muchacha.

Helena miró asustada al gran maestre y caminó hacia la cama con preocupación.

-Soy Helena…- ella agarró su mano llamando su atención- tú cuñada y tú…

Lyanna sonrió dejando a Helena sin palabras.

-¿El hombre que acaba de salir de la habitación es mi esposo?

Fue entonces cuando Helena tuvo que soltar la mano de Lyanna y desviar la vista hacia el gran maestre.

-Pronto recuperará la memoria, se dió un fuerte golpe al caer al suelo- dijo él tocando la cabeza aún vendada de Lyanna.

Helena frunció el ceño y se giró algo molesta saliendo de la habitación mientras el gran maestre continuaba mirando a la princesa.

Lyanna en cambio, giró su cabeza y observó al hombre que le tocaba la frente.

-¿Ese hombre es mi esposo?- preguntó ella de nuevo.

El gran maestre sonrió y negó con la cabeza.

-Ahora mismo no tiene esposo, princesa- se apartó de ella y se cruzó de brazos- al menos eso es lo que yo sé.

Ella le miró con atención y desvió la vista hacia la puerta cuando Daemon entró como un torbellino abalanzándose sobre ella llenando de besos su rostro. Hacía mucho tiempo que no reía, se había olvidado de cómo se hacía hasta ese momento.

Pero ver ahora a su hija delante de él le alegraba el alma como nunca antes.

-Padre…-susurró ella.

-¿De mí te acuerdas?- preguntó él intentando que no se le saltaran las lágrimas.

Ella asintió y su padre la abrazó de nuevo dejando que ella posara su cabeza sobre su hombro. Momento que aprovechó para desviar la vista hacia el chico de parche oscuro que la observaba desde la puerta.

Aquel chico que no era su esposo, pero que había sentido suyo desde que había abierto los ojos.

La chica del antifaz// Jacaerys Velaryon & Aegon Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora