Cap. 17

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   Al noroeste en una provincia llamada Hackney, una mujer pelirroja le daba de comer a los animales de la granja que posee su familia, su sonrisa de satisfacción no la puede borrar por nada; cuando observa a todos comer con gran felicidad, antes de oír el llamado de su Padre fuera del establo, decide ir en su búsqueda al dejar el balde de comida, sobre una pequeña repisa de madera, que usa para preparar los alimentos de cada animal.

Con pasos certeros, pero seguros sale del establo que le hace falta una buena pintada para que su belleza no disminuya, cosa que deja de lado; al estar cerca de su Padre aquel que siempre Alba a admirado desde que tiene memoria, curvas una sonrisa detallando que se percata de su presencia.


—Buenos días papá. —Saluda, con total cariño a su progenitor.


— ¡Buenos días! mi preciosa niña. —Respondió, su Padre y ella abrazarlo, como suele hacer cada vez que lo ve.


Enseguida ella miro su vestimenta, que consistía de un pantalón de jeans grueso para hombres de campo, junto a su camisa manga corta de cuadros, unido con su sombrero, como si fuera un vaquero en color marrón que por nada del mundo, se quita por más que Alba se lo diga, a excepción de la Sra. Carmen que obedece como buen esposo que es, o eso imagina ella.


—Papá... alimente a los animales y están mega felices. —Objeto, con gran orgullo.


—Eso me alegra hija, pero necesito ¿qué me ayudes con algo?—Pidió y ella enseguida asintió esperando la orden.


— ¿Tú dirás Padre?

Cuando vio que se tocó la nuca y exhalo pesadamente, fue el indicativo para Alba preocuparse, así que se apresuró hablar.


— ¿Qué sucede? —Pregunto ansiosa.


—Vamos a cabalgar un rato, y te digo pequeña. —Sugirió, a lo que Alba estuvo de acuerdo.


A su vez caminaron al establo, su Padre se tomó el tiempo en ver como se encontraban los animales, tenía más de veinte años de conocimiento en todo lo que era la parte ganadera como veterinaria estaba orgullosa de conocer como cada uno, tenía algo que aportar para ayudar o realizar su trabajo, mientras tanto ella busco a su guerrero corcel apodado (Müller); que al verla estaba alegre y relinchaba de gusto; por lo que la hizo sonreír.

De igual modo; el sr. Pablo busco el otro corcel de piel negra y carácter tosco, que solamente él y su esposa podían manejar; ya que con su hija no se da; al ser macho suele sacar su carácter indomable o eso dice Alba, cada vez que sale junto a Müller, que es una yegua llena de vida. Luego, que ambos salen con cada caballo, emprenden la marcha para visualizar como amaneció sus tierras tanto que el sol está en su mejor momento, a comparación con la capital, que constantemente es lluvioso como frío.

Al principio Alba, se queda observando como su Padre un poco más adelante que ella cabalga, con algo mucha fuerza, toca a su yegua con cariño; dándole el incentivo de alcanzar a su progenitor. El tiempo transcurre, sin ellos darse cuenta, hasta que llegan a una colina montañosa, es ahí donde ella decide hablar mientras están mirando todo el horizonte como sus tierras.


—Papá... me vas a decir ¿qué sucede?— volvió a preguntar, a lo que él giro su rostro para contemplarla.

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