XII Gusto culposo

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—Agradécele a Jacob por la ropa y dile que se la pagaré luego, nos vemos mañana.

Sí, eso fue lo único que dijo antes de salir con su amigo y dejarme con la calentura y la frustración a niveles que alcanzaban lo infinito.

Grité, grite muy fuerte cuando intuí que ya estaría lejos. Quería golpearlo hasta matarlo, pero como no podía me desquite con uno de mis peluches. Era un idiota, un imbécil de mierda que no le importaba en lo absoluto dejarme caliente como tetera con agua para té, que no daba explicaciones, ni disculpas y me enloquecía.

Me enloquecía tanto que me encantaba. Sí, estaba loca, tan loca que no tenía ni idea como había llegado tan rápido a ese punto de no retorno en el que no podría quitarme el capricho hasta por lo menos haber metido por completo la pata.

Moría por acostarme con él.

<< ¿Qué karma estaba pagando yo para que llegara ese hombre desalmado a mi vida? >>.

No servía de nada jurar de nuevo que me las pagaría, y que no volvería a dejarlo jugar conmigo, estaba hecha de puras palabras que nunca lograba cumplir.

Solté un chillido de niña malcriada, me cambié molesta a la pijama y me tiré en mi cama aunque la música de la fiesta no me dejara dormir, no tenia ánimos para salir más esa noche y tenía muchas estrategias absurdas que planear.

•· • ♥ •·•

Al día siguiente me levante temprano para desayunar, arreglarme decentemente e ir a trabajar sin parecer un cadáver. Ese día me sentí orgullosa de mi aspecto y admito que parte del esfuerzo por el mismo se debía al chico de ojos únicos que había perturbado mis sueños durante la noche. Al llegar a la mansión Jhops me encontré con una cantidad disparatada de trabajo, al parecer a la señora le fascinaba esmerarse en lo que ella en sus propias palabras había descrito como; una pequeña cena.

Desde la primera hora estuvimos llenos de decoradores, cocineros y otros trabajadores que andaban de un lado a otro siguiendo órdenes de Verónica. Nosotras éramos el apoyo, sin embargo no dejamos de movernos, ayudando a cargar todo lo necesario y limpiando.

—Ahora sí —nos alcanzó Olinda en el jardín.

Linda y yo después de ayudar nos habíamos quedado un rato mirando como ponían los últimos detalles de la hermosa tienda de telas y luces que habían hecho. Tenía un aspecto demasiado romántico, cerca de la piscina y con una hermosa vista hacia el resto del jardín.

— ¿De qué se encargará cada una? —Aunque lo había preguntado, ninguna dijo nada, sabíamos que ya lo había decidido —Linda estará en el salón.

—Está bien —aceptó ella.

—Eva tú la ayudaras para la entrada, pero apenas este todo en la mesa vuelves conmigo. La señora es muy exigente y realmente prefiero evitarte esa presión en tu primera semana.

Asentí.

—Yo me quedaré en la cocina, siempre debe haber alguien en la cocina. Luego Eva, estarás en el jardín, si es que Matías aparece.

Ya para ese punto había unido mis cejas.

—Es inútil, ya verás que nuevamente los dejara plantados —opinó la rubia con una sonrisa y cruzando los brazos — ¿esta es la quinta del mes?

La señora suspiró y asintió.

— ¿La quinta del mes?

—La señora Abigaíl está empeñada en casar a su hijo mayor con alguna hija de empresarios, así que no ha parado de organizar estas cenas y reuniones, pero él siempre falta —explica Olinda —con el carácter que tiene, me sorprende que solo decida no asistir.

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora