XLII ¿Quién es Beverlith?

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La emoción de Bárbara se volvió contagiosa al llegar a la piscina. Ya la había visto, pero jamás de noche. Era grande, con luces que hacían verla azul y preciosa. Tenía un aire nocturno tan privado que era incluso provocativo.

—¿Quieres que te preste una camiseta? —me preguntó Dave a mi lado y solo asentí.

Ninguno tardó en sentarse en unas tumbonas, riendo de las ocurrencias de la morena hasta que Nicol se dio cuenta de nuestra ausencia.

—¿Vienen?

—Sí, pero iré por algo de tomar, ¿Necesitan algo?

—Me prestas una camiseta —pidió y miró a su amiga para ver si quería una, pero Bárbara ya se había quitado su blusa quedando en Brasier.

Era un alma libre, como deseaba que fuera Nicol para que no le pidiera su ropa a Dave.

Dave río y me miró una vez más.

—¿Vamos?

—Sí.

sin soltar su mano lo seguí dentro de la casa. Era igual que como la recordaba, grande, sola, lujosa e intimidante. Me sentía como si hubiera vuelto a ese último día y acabarán de despedirme, el miedo, la ansiedad y desespero.

Él se dio cuenta, era muy obvia o era más observador de lo que había imaginado. Apretó mi mano antes de levantarla y darme un beso en la palma, un gesto tan dulce que eliminaba ese miedo. Miedo un tanto irracional a qué Abigaíl saliera de la nada y volviera a tratarme como una basura.

Me sentí feliz de estar allí cuando entramos al salón principal y nos encontramos con Olinda. Ella al verme no disimuló el asombro, pero tampoco la alegría. Nos acercamos y después de dedicarme un corto abrazo puso sus ojos en su jefe.

—Bienvenido a casa —le dijo educadamente —me han informado que vino acompañado de sus amigos, ¿Desea que los atienda?

—¿Puedes hacernos algo para comer?

— ¿Sándwiches?

Los ojos de mi chico se iluminaron como si hubiera oído la mejor idea del mundo.

—Gracias, Nicol también vino.

La alegría le invadió el rostro, aparentemente la adoraba.

—Le haré unos waffles.

Supuse que no quiso indagar en que hacía yo allí tomada de la mano de su jefe.

—¿Y mis hermanos?

—Heinie ya está dormida, Maya practicando en el salón de música —respondió lentamente, como si dudará de continuar hablando en mi presencia. —Su hermano el joven Dallas, trajo a Matías muy ebrio hace unos minutos.

—¿De nuevo? —No pude evitar preguntar, las palabras salieron de mi boca apresuradas y con mucho enojo.

Olinda me miró, pude darme cuenta que no creía que fuera un tema para conversar en mi presencia, incluso Dave, que me soltó la mano para llevarla a su rostro como señal de desespero.

—¿Está bien?

—Acabo de ir a verlo, tomó una ducha y le hice una sopita, pero sigue muy borracho.

—Entiendo, ¿Dallas se fue?

Asintió y saco un celular de su bolsillo para extendérselo.

—Me pidió que no se lo diera a su hermano mientras estuviera en esa condición.

Él tomó el celular y al encender la pantalla pudo ver cómo había veintidós llamadas perdidas de una tal Beverlith. Lo guardó rápido, como si quisiera evitar que me diera tiempo de verlo.

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora