XXIII Inefable

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El pintor tiene el universo en su mente y en sus manos.

—Leonardo Da Vinci.

••°•• 🖤 ••°••

— ¿Sigues sin sentirte conforme con tus fotografías? —preguntó mi abuela mirándome acomodar mi portafolio.

Estaba sacando las fotografías que no me gustaban, eran más de las que esperaba.

Asentí.

Ella estaba descansando en la bonita mesedora del jardín, la brisa agradable, la luz, sus plantas decorando todo el jardín. Estar allí nos relajaba, me hacía olvidar por completo los detalles estresantes de la semana, pero, la preocupación por la salud de mi abuela era una constante agonía.

No estaba bien, de hecho, los tratamientos le quitaban toda la fuerza que alguna vez tuvo.

Me mantenía esperanzada, pensando en que una mujer fuerte como ella podía soportar eso y más, y que algún día no tan lejano estaría completamente sana y volveríamos a hacer muchas cosas juntas.

Tenía mucho miedo.

Verla cada domingo más débil, sin ánimos ni fuerza para levantarse, fingiendo que estaba bien, pero sabiendo perfectamente que los dolores eran cada vez mayores y que el tiempo se nos acababa.

No podía imaginar una vida sin ella, era mi única familia.

—No sé que me pasa —acepté.

La última vez que la vi, y tomé fotografías en casa había creído que la inspiración había vuelto, que todo empezaría a ir bien a partir de allí.

—Creo que te criticas demasiado, todas esas fotos son buenas.

Lo eran, jamás dije que no. Estructuralmente eran perfectas, bonitas, correctas. Mi conflicto no era que mis fotografías fueran malas, era que no estaba disfrutando tomarlas, no se me ocurrían nuevas ideas. Estaba estancada en el profesionalismo y olvidando la escencia.

Era cansado y repetitivo ese conflicto interno.

—Tener tantas cosas en mi cabeza a hecho que lo disfrute menos. No es como antes...

—Cuando vivías corriendo de un lado a otro con tu cámara. Recuerdo en la preparatoria, te ofrecías a tomar las fotos del anuario y en los bailes —sonrió ante el recuerdo —eran fotografías de lo más comunes, pero llegabas a casa estallando de emoción por haberlas sacado tú.

Sonreí también.

Desde niña me había gustado mucho, el amor nació del deseo de tener fotos de mi madre, pues mi abuela dijo que nunca le tomó una y yo deseaba con todo mi corazón tener algo para verla, saber cómo era. Recordar a su hija era muy doloroso así que nunca hablábamos de ella, era como si no hubiera existido y era tan difícil para mí.

Una niña necesita al menos crecer oyendo historias sobre sus padres.

—No puedo evitar compararme con otros, ver el amor que transmiten en cada fotografía y sentir que yo he perdido eso.

Fue cuando descubrimos que ella tenía cáncer, lo recuerdo bien. Había sido contratada para una fiesta, estaba tan feliz trabajando y me llamaron para avisarme que mi abuela se había derrumbado. Exámenes, tras exámenes y luego la peor noticia que podríamos haber oído. Desde ese momento hice mi cámara a un lado, tocándola solo cuando era estrictamente necesario para las pruebas de la universidad.

—Deberías salir más, distraerte, encontrar una nueva inspiración.

Por alguna razón a mi mente vinieron esos ojos de colores diferentes, y la sonrisa dulce que le daba a su hermana.

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora