VII Satisfacción

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Matías ni siquiera se inmutó ante mis palabras, seguía mirándome desde esa insignificante distancia con diversión. Conseguir darle la vuelta a la situación y ser yo quien mirara a ese hombre frente a mí con burla, parecía una misión imposible, sin embargo no podía ni imaginar la satisfacción que me daría. Su descaro, su cruel forma de hablarme, todo eso se había vuelto una deuda, y por un segundo me permití en fantasear con él pagándola.

— ¿Qué quieres conseguir de mí? —preguntó muy lentamente, su mirada bajando a mis labios.

Y aunque quisiera negarlo no podía ocultar que me afectaba, mis piernas no eran la única parte de mí que temblaba. Estaba siendo humillada, su trato era rudo y aun así estaba muy excitada.

¿Qué mierda estaba tan mal conmigo como para sentir mi intimidad tan húmeda? Él era un criminal, lo acababa de confesar y no solo eso, me había amenazado más de una vez.

<< ¿Siempre fui tan masoquista? >>.

—Quiero verte arrodillado ante mí, rogándome —me atreví a decir aunque mi voz hubiera perdido la seguridad que una frase como esa debía tener.

Sonrió.

La perversión quedaba muy bien en sus labios.

—Si lograras tenerme de rodillas sería para meterme entre tus piernas, y ambos sabemos que de esa manera tú serías la única suplicando.

Ponerme más roja de lo que estaba en ese momento era imposible, había llegado al límite, o eso creí hasta que se inclinó aún más, lo suficiente para que sus labios rozaran mi oreja. Temía que pudiera escuchar mis latidos por lo fuerte que sonaban, me avergonzaba, pero su agarre era tan firme que no podía hacer nada por alejarme.

—Escúchame bien, Eva —aconsejo antes de continuar —soy lo que ves, y no estamos en una maldita novela romántica, no voy a cambiar por ti —su mano bajo a mi cuello y me sujete de su muñeca asustada, quizás fue por ello que no presionó y volvió a ponernos cara a cara con menos odio en su mirada —seguir buscándome solo hará que cada día te crea más idiota.

Y luego me soltó con brusquedad, logrando que retrocediera. Me quedé observándole sin ser capaz de decirle nada más, cuando simplemente paso junto a mí hacia la salida. No podía quedarme sola en ese lugar, sin pensarlo lo seguí aunque no me lo hubiera pedido y el miedo me llenó por completo el cuerpo de la cabeza a los pies al notar como los hombres en ese sitio me observaban tan morbosamente. Por primera vez sentí mi vestido muy corto y ajustado aunque me encantara, y a pesar de todo, Mat se detuvo a esperar que lo alcanzara, entonces paso algo increíble que nunca iba a poder sacarme de la cabeza. En el segundo en que tomé lugar junto él, absolutamente todos apartaron la vista de mí, como si fuera imposible que pudieran desear a la chica que lo acompañaba, y entendí la enorme influencia que ese joven de veinticuatro años tenía sobre todos y cada uno de ellos, incluso los que le doblaban la edad.

Quizás era respeto, pero todo apuntaba al miedo.

Salimos de allí, luego del club al estacionamiento y me guió hasta un hermoso auto deportivo que sin dudas era el más caro que había visto jamás. El silencio era incomodo, más cuando él entro al auto sin si quiera mirarme.

Era tan imbécil que lo creía capaz de dejarme tirada.

Bajó el vidrió, sus ojos juzgándome de inmediato, sus manos ya en el volante.

— ¿Esperabas que te abriera la puerta? Entra ya, tengo cosas que hacer.

Puse los ojos en blanco sin importarme que lo notara, me apresure a entrar y cerré la puerta con tanta fuerza que incluso a mí me dolió, pero me quedé mirando al frente con una sonrisa llena de orgullo.

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora