XXXIV Control

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Duda


Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que no dudar de mis dedicaciones me metió en problemas. Podía cambiar de opinión mil veces, era muy necia, pero sin importar nada, lo que sea que estuviera pensando iba a hacerlo sin pensar en las consecuencias hasta que estas me chocaran contra el rostro.

No confiaba en los hombres, y me encantaban, pero tenía muy claro que su pasatiempo favorito era mentir y engañar. Podía fingir que sí un rato, cuando estaba aburrida y necesitaba atención o sexo, pero por más que deseara sentir más, era imposible.

Y entonces apareció Pierce, el primer hombre que me ponía nerviosa, y al que no podía acercarme sin dudar. Ambos sabíamos de la existencia del otro, habíamos compartido un par de palabras y miradas intensas llenas de ganas, pero en años no pudimos acercarnos, aunque la tensión nos atrajera.

Eva tenía razón, jugar al gato y al ratón no era algo que fuera conmigo, yo no era una chica que huyera y Pierce estaba demasiado cerca para perder la oportunidad. Me aseguré que notara que ya no iba a evitarlo, que no me desagradaba su compañía y que las ganas seguían vivas, pero conocía a Pierce, quizás más de lo que podía admitir. Era orgulloso, tanto como yo.

No iba a acercarse solo porque jugamos a la pelota juntos, reímos, o por un par de sonrisitas. Yo lo había ignorado por mucho tiempo y si no quería tener que buscarlo directamente, debía esforzarme más.

Habíamos salido de la piscina, sentados alrededor, bailando y riendo de cualquier historia que los demás contaran. Diana no paraba de hablarle y a él no parecía desagradarle. Me enojaba, porque desde el momento en que salimos de la piscina no había vuelto a mirarme.

Era hora, las cervezas me daban más valor y sin pensarlo ni un segundo tomé a Gray del brazo para apartarlo un poco del grupo.

— ¿Pasa algo? —preguntó de manera dulce e inocente.

Gray era como un perrito, un lindo y hermoso cachorrito.

—Necesito un favor —confesé en voz baja, que nadie oyera, sonriendo como si tuviéramos una divertida charla —baila conmigo.

—Claro, ¿eso es todo?

—Sí, pero actúa como si te gustara.

Lo pensó, yo miré sobre su hombro a Pierce, que ni siquiera parecía haber notado que ya no estaba con ellos.

— ¿Quieres poner celoso a Pierce?

Era bastante inteligente.

Ni siquiera le había contestado, él tomo mi cintura con sus manos acercándome a él para empezar a movernos lentamente al ritmo de la música, era increíble, lo suficientemente cerca para sentir su respiración tocando mi cara y Gray era tan apuesto que por un segundo se me olvido la razón por la que estaba allí. Una de mis manos se sujeto de su cuello, la otra cargaba mi vaso de cerveza, nuestras narices se rozaban y el movimiento cada vez se volvía mas cercano. Ya no éramos los únicos bailando, pero no importaba, mi vista paso sobre el hombro del rubio y noté justo lo que quería, una expresión de desagrado y molestia en mi objetivo.

Cuando terminamos de bailar, reímos de lo genial que fue y lo divertido que resultó.

Dejando a Diana hablando sola, Pierce pasó junto a mí para entrar en la casa, chocando su hombro con el mío sin siquiera mirar atrás.

—Creo que está molesto.

sonreí.

—Es justo lo que quería, gracias —me despedí y sin perder más el tiempo caminé detrás de él, dejando el patio atrás para cruzar la sala.

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora