XVI Flores

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Ese era el momento que más humilde me mantendría por el resto de mi vida. Ir a casa sin poder aguantarme las lágrimas porque un idiota me hizo sentir tan poca cosa, ¿Por qué tenía que importarme? ¿No me deseaba?

Para mí no tenía mucho sentido, no podía ser la única que sentía fuego entre nosotros. Ser rechazada sentimentalmente no era lo que hería mi orgullo, después de todo no estaba segura de poder tener una relación seria y mucho menos con un hombre como él. Pero, ¿Cómo era posible que no quisiera repetir el sexo?

¿Fue malo para él? De ninguna manera.

No podía sacar de mi cabeza su cuerpo tan fuerte, definido, tan grande, la forma en que me había tomado con una fuerza indistinguible, y sabía que podía darme más que eso, todo en él lo prometía.

¿Cómo podría llegar a superarlo? Mierda, estaba en problemas, en muchos problemas. Y quizás era mejor así, que me despachara cuando aun no estaba adicta a su manera de follarme, porque si estaba tan mal con solo una vez, solo podía imaginar cómo me tendría de repetirlo constantemente.

Aunque me avergonzara admitirlo, saber que lo que ocurría era lo mejor no evito que esa noche llorara, gritara y me desahogara con y contra la almohada. El punto era que, al día siguiente desperté con un rostro de las mil muertes. Ojeras de mapache, ojos rojos y rostro hinchado. Pude disimular un poco mi aspecto con mi rutina diaria de cuidado, pero aunque no tuviera el ánimo en la sima me aliste para salir. Pantalones anchos y algo gastados, los primeros zapatos que encontré, una blusa de tirantes gris y una sudadera amarilla, eso y mi bolso con la cámara, mi identificación y dinero, además de mi celular. Estaba lista para el largo recorrido de los domingos.

Salí de mi habitación y pase a la cocina aunque sin ánimo de nada, esperando que algún alma caritativa me salvara en mi miseria. Era domingo, como siempre la mayoría no estaba en la fraternidad, iban a pasear, a visitar a sus familiares, algunas no llegaban temprano de las fiestas de los sábados o simplemente estaban disfrutando el ultimo día libre para empezar con fuerzas la semana.

Nicol estaba allí, cocinando junto a Sharles que llevaba su rubia cabellera en un intento desastroso de moño. Ambas me sonrieron al verme y por un segundo volvió a parecerme extraño encontrarlas juntas, pero Jacob también estaba allí, sentado detrás de la barra con un excelente traje que se ajustaba a su figura.

—Buenos días —me saludo Sharles — ¿tienes hambre?

—No demasiada, pero me salvarías si me compartes de esos panqueques, se ven increíbles y si no como nada hoy puede que muera —aseguré, acercándome para dejar un beso en la mejilla de mi amigo que al mirarme no evito levantar sus cejas.

— ¿No dormiste anoche?

—Tanto se nota —sonreí escasamente, tomando asiento —he estado muy estresada por niñerías últimamente.

— ¿Quieres que te lleve? —Preguntó muy amablemente, lo miré a los ojos y negué —tengo que ir a casa de mis padres así que puedo acercarte.

<< Lo supuse al verlo en traje >>.

—Lo agradezco, pero creo que necesito todo el trayecto y estar sola.

La rubia dejó un plato con panqueques frente a mí, sonriéndome mientras yo empezaba a comer, la curiosidad en su mirada era tan obvia como amenazadora, y después de unos segundos mirándome fija y detalladamente, no pudo resistirse más.

—No me dejes así, tienes que contarme el chisme —suplicó haciéndome reír por primera vez en el día y Nicol la codeo — ¿Qué? Tú también tienes curiosidad.

—No pasa nada nuevo.

—No te ofendas Eva, pero tú a penas hablas con nosotras. No tengo ni idea de lo que es nuevo o no para ti.

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora