XXIX Lavado de autos

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No había podido dormir nada, dejar de pensar en la manera injusta en que fui despedida parecía ser completamente imposible. los dos siguientes días fueron un asco, buscaba un empleo y verifique lo que ya sabía, no encontraría ninguno que me pagara ni la mitad de lo que tenía en la mansión Jhops por medio tiempo. Que no me hayan pagado lo correspondido me fastidiaba, pero también me metía en problemas, las cuentas eran inmensas, le debía mucho a Matías y la enfermera no podría seguir, por un momento tuve la idea de exigir compensación, pero las palabras de Matías cuando me dijo que a Abigail no le costaría nada deshacerse de mí me detenían.

Cansada de todo decidí visitar a mi abuela, aunque fuera jueves. Me iría en bus y Jacob se ofreció a ir en la noche por mí, pero antes de salir de casa ambos invadieron mi cuarto, sentándose en mi cama. Duda tomó la carpeta llena de currículos y otros papeles, revisándola con desagrado mientras yo terminaba de peinarme.

Miró a Jacob, ambos en desacuerdo con algo que no entendía.

—Queremos hablarte de algo serio —empezó Jacob.

Sus expresiones me hicieron arrugar el rostro, tuve que sentarme en la cama frente a ellos, realmente parecía que me tenían noticias muy importantes o me regañarían por algo.

— ¿Qué ocurre?

—Jacob y yo pagaremos las cuentas que corresponden a la salud de tu abuela —afirmó Duda, completamente decidida.

Retrocedí confundida y negué, era una locura lo que había escuchado.

— ¿Qué? No —me negué de inmediato —eso no les corresponde.

—No te estamos pidiendo permiso.

—Eva, necesitas ayuda y a nosotros no nos cuesta nada. Entendemos que no quieras aceptar dinero de nadie, pero no es cuestión de moral, debes pasar tiempo con Sonia, y matarte trabajando no lo permitirá.

—Además, estamos en último año, necesitas tiempo para mantener tu beca.

—No puedo dejarlos hacer eso.

— ¿Desde cuándo nos conocemos? Basta —dijo Duda empezando a molestarse —no puedes cargar todo esto tu sola, es egoísta, especialmente cuando estamos aquí y podemos hacer más que mirarte.

—Eva, si de verdad amas a tu abuela déjanos ayudarte a pasar el mayor tiempo posible con ella —pidió mi amigo.

—Si quieres tómalo como un préstamo, nos pagaras luego.

Para algunos parecería ridículo que estuviera tan reacia a aceptar, era difícil comprender y aceptar ayuda porque mi abuela era mi responsabilidad, mía y de nadie más, siempre había sido tan independiente que incluso humillante, pero realmente necesitaba ayuda. Que ellos fueran tan buenos conmigo como para ser firmes a mis negativas me ponía sentimental, no quería llorar, pero no lo pude evitar, les agradecí mientras juraba que les pagaría, después de todo era la única forma que aceptara.

Fui a casa de mi abuela más tranquila, sabiendo que podía recuperar lentamente mi vida y además convivir más con ella, era una buena noticia, si me organizaba podría verla al menos dos veces a la semana. Llegué feliz y para aumentar mi buen humor, mi abuela estaba teniendo uno de sus buenos días. La alcancé en el jardín y la ayudé a regar las plantas para luego sentarnos a comer galletas.

—Si estás aquí significa que te ha ido mal en la búsqueda de empleo —dijo de la nada, interrumpiendo una fluida conversación sobre arte.

—Ah, sí, algo así.

Me miró con el ceño fruncido, los escasos vellos de sus cejas y las arrugas me demostraron insatisfacción ante mi respuesta.

—Aceptaré cualquiera, Duda y Jacob se ofrecieron a ayudarme mientras continúe la universidad para poder rendir en ella.

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora