XXXI El juego

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No estaba muy segura que fuera cierto que solo tendríamos una pequeña reunión con algunos amigos, la cantidad de comida y bebidas que habíamos pasado toda la mañana comprando no parecía una concordar. Aunque no era fan de las fiestas, estaba un tanto emocionada, tenía muchísimo tiempo sin participar en cosas tan simples como las compras y hacerlas con Jacob, Duda y Nicol fue increíble.

Estaba en el copiloto del auto de Nicol, ambas cantando a todo pulmón la música que sonaba en la radio mientras conducía a casa. Los asientos traseros estaban llenos de nuestras compras al igual que la maletera, y de esta misma forma el auto de Jacob. Una canción terminó, dándole paso a otra de ritmo fuerte que me hacía moverme al ritmo en mi puesto, aunque no me la supiera, sin embargo, rápido, antes de que el cantante hubiera empezado, Nicol estiró su mano y la cambio.

— ¿Por qué la quitas? —pregunté triste, haciendo que me mirara un poco sorprendida.

— ¿Escuchas a Different Worlds?

—Estuve en una presentación que tuvieron en un bar —le sonreí —pero la verdad es que había olvidado buscar su música, ¿Por qué tan sorprendida? Creí que ya eran famosos.

—Nada en especial, ¿quieres un helado? —preguntó de la nada, cambiando el tema —ahora prácticamente somos como cuñadas y no hemos hecho absolutamente nada juntas.

Reí.

—Es cierto, no puedo negarme a un helado —acepté —le escribiré a Duda para que no se preocupen si tardamos un poco más que ellos en llegar.

—Bien.

Nicol desvió su camino dirigiéndonos a una bonita y conocida heladería de la zona. El ambiente era realmente precioso, con luces, espejos y flores por todas partes. Los estudiantes amaban ir allí y sacarse fotos en grupos.

— ¿Estás lista para actuar de novia en la fiesta? —pregunté con mucha curiosidad.

Me gustaba que se llevaran tan bien y que estuvieran tan tranquilos, pero me daba miedo las consecuencias que podía traerle que alguien descubriera la verdad.

Me aterraba.

—Ser novia de Jacob es muy fácil —dijo segura, llegando ambas a la barra —es un chico dulce que se deja manosear cuando quiero y me compra dulces, ¿Qué más podría pedir?

La chica que nos iba a atender puso una expresión muy graciosa ante las palabras de mi amiga, pero a ella no le importó en lo absoluto.

— ¿De qué quieres? —me preguntó.

—Fresa.

—Uno grande de fresa con galletas y otro de chocolate con chispas.

—Enseguida.

— ¿Te dijo que cenó en mi casa con mis padres? —me preguntó mirándome sobre su hombro, los brazos sobre la barra.

—No.

—Pues sí, mi madre fue muy dulce por supuesto, está emocionada porque estoy saliendo con un chico como él, ni te la imaginas —suspiró, como si lo que decía no fuera realmente una buena noticia —lo invito a cenar tres veces en una semana, es una pesadilla.

—Entiéndela, nunca habías llevado un chico a casa.

—Pero mi padre, por otro lado —hizo una mueca —nunca creí que fuera tan imprudente.

— ¿Paso algo malo?

—Se pasó toda la cena haciendo horribles preguntas sobre sus padres, fue tan incómodo.

Suspiró y justo nuestros helados llegaron, los tomamos con una sonrisa sentándonos en la primera mesa vacía que vimos. El sabor delicioso de la fresa invadía mi boca, pero no podía ser completamente feliz por lo que mi amiga me estaba contando.

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora